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Ante la muerte inesperada, esa que llega en la juventud, de sorpresa y sin notificación debidamente anticipada, lo primero que se nos viene a la mente es: ¿por qué es tan corta la vida? Y es que en realidad no es que sea corta, sino que muchas veces empezamos a vivirla muy tarde, empezamos a disfrutarla cuando todos los prejuicios y señalamientos de la sociedad nos dejan de importar.

Por otro lado, cuál sería el concepto “vivir de verdad”, ya que podríamos afirmar que todos estamos vivos, podrían algunos incluso decir que con el simple hecho de respirar ya estamos dando gozo a la vida. Sin embargo, hay una diferencia abismal entre el existir y el vivir plenamente; lo primero se reduce a solo estar, mientras que lo segundo incluye el gozo de lo que somos, tenemos y hacemos, y que a su vez debemos aprovechar con total intensidad.

¿Cómo vivir con intensidad?, ¿cómo aprovechar al máximo ese espacio que se nos da desde que nacemos hasta el día de nuestra muerte, sea mucho o poco? Tal vez el primer paso sea dejar de aferrarse a lo que la sociedad etiqueta como lo normal, lo bueno, lo correcto, pero que a su vez va en contra de nuestros más auténticos deseos, y no me refiero a que vivamos en un mundo lleno de anarquía, sino que podamos hacer aquellas cosas que nos hacen felices y no afectan a los que están a nuestro alrededor, que logremos demostrar que si lo que nos gusta es cantar, bailar, correr, nadar o tocar un instrumento se convierta en una realidad, no importa que no alcancemos la perfección, ya que en este caso lo importante para una autosatisfacción es la entrega y el ímpetu que experimentemos.

Permitamos que nuestro espíritu nos lleve y que la esencia sea la que deseamos que nos dome, hablar sobre lo que no se quiere hablar, aceptar que es válido sufrir por algo o alguien, pero no tener miedo a enfrentarlo.

Lo importante es reconocer y aceptar que lo más valioso no es lo temporal, ni lo material, o que piensen que eres exitoso. El tiempo vivido nos enseña que todo se mueve de su sitio, que todo nos hace crecer y que a pesar de todo nuestra felicidad depende de aquello que no podemos comprar y que debemos aprender a valorar. Unámonos con las personas que quieren vivir al máximo, que los éxitos se contagian.

La vida es muy corta como para complicarla demasiado, pero también puede llegar a ser muy larga si decidimos quedarnos estáticos; por lo pronto, prefiero permanecer con la idea de que la vida es corta, pero con una enorme pasión.

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