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El domingo pasado se llevó a cabo la elección del dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y en una crónica de un desastre anunciado –y esperado- Ivonne Ortega Pacheco vivió en carne propia lo que la sociedad, durante años, ha denunciado públicamente de su partido: embarazo y desapariciones de urnas, acarreo masivo, votos múltiples de la misma persona por un candidato específico, votaciones de todo el padrón en cuestión de minutos y hasta el registro de votos hechos por personas que nunca han sido priistas.

Ivonne, vivió una elección en donde, a pesar de no tener el respaldo del poder fáctico del partido, logró demostrar su capacidad de convocatoria y su carisma en la base de su partido. Sin embargo, lo anterior nunca es suficiente, cuando, además, tienes que competir contra una cúpula que está acostumbrada a ganar a como dé lugar.

Así que, como si se tratara de una elección de los años sesenta, el PRI –de la cúpula- eligió anteayer a quien lo dirigirá en los próximos años, eligió permanecer con las mismas técnicas de siempre, las mismas mañas, la misma historia, condenándose a un fracaso electoral en 2021 por su incapacidad para renovarse y mover a sus cuadros, por su tradicional forma de dejar a los hombres en la zona de poder y hacer que su techo de cristal esté cada vez más grueso e imposible de romper (porque no es suficiente tener a una mujer en lo más alto del poder político, si ésta permitirá que los beneficios sigan siendo para los mismos hombres de siempre).

Estamos ante un partido que está en caída libre y que piensa que recuperarse como lo hizo en 2000 es una posibilidad real, cuando las condiciones del país son totalmente diferentes a las de esa época, donde las redes sociales ya no permiten usar las mismas estrategias de siempre, donde ahora tenemos una sociedad harta de no tener dinero suficiente para tener una calidad de vida como muchos políticos mexicanos y donde una despensa, una tarjeta de vales o una promesa de un puesto en la administración pública ya no son suficientes para dar tu voto –y el de tu familia- a un partido político. Sobrevivir siendo un partido político sin renovación es condenarse a ser un partido satélite sin opción de crecimiento.

Las anomalías reportadas en la elección hablan de un partido con una gran cantidad de integrantes desleales y deshonestos, actitudes difíciles de erradicar y que de cara a la próxima elección en 2021 los coloca en una situación de mayor desventaja contra otros partidos políticos; alejando cada vez más la posibilidad de tener un sistema electoral tripartidista y dándole el empuje al Partido Acción Nacional para recuperar espacios que Morena muy probablemente perderá por la falta de un proyecto firme y acciones claras.

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