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Me encanta el entusiasmo que veo en las personas que asisten a la cruzada forestal para llenar a Yucatán de árboles y hacer de esta entidad una zona verde donde el calor no tenga una sensación térmica de 50 grados aun cuando sean las nueve de la noche y sientas que habitas en el Sahara.

¿Un poco exagerado? No creo. Ver a las autoridades de los diferentes niveles de gobierno comprometidas con este tema y el contagio que provocan es simplemente esperanzador.

No lo digo porque sí, soy admiradora de quienes pueden concebir el desarrollo de la mano de la ecología, de los funcionarios y empresarios que pueden entender que hay espacios verdes en sitios llenos de habitantes y con zonas habitacionales densas.

Pensaba que el mejor ejemplo de estas ciudades es Singapur, donde puedes ver en todo momento –me consta- hojas, flores, naturaleza y a la par una de las ciudades con mayor tráfico de contenedores en el mundo, con enormes edificios, centros comerciales sin límite y tráfico de metrópoli. Eso es algo muy occidental en Oriente.

Pero también están las ciudades en China con gobiernos comunistas que han conseguido niveles de desarrollo por encima de lo que nos imaginamos, mezclado con proyectos que incluyen a la naturaleza, aunque debo reconocer que sus esfuerzos por disminuir la contaminación que provocan no siempre son suficientes.

Volviendo a México, tengo que recordar que con un decreto presidencial el 1 de julio de 1959 se instauró oficialmente la celebración del Día del Árbol, y aunque la fecha es el segundo jueves del mes de julio de cada año y en 2019 correspondería al día 13, me adelanto para aprovechar invitarlos a todos quienes tengan un espacio dónde hacerlo a plantar un árbol que corresponda con el sitio donde habitan. No tiene que ser un flamboyán ni tampoco un bosque, solo unas ramas que permitan mejorar el medio ambiente.

Hay científicos que aseguran que abrazar árboles vale mucho. Matthew Silverstone publicó un libro donde demuestra que los árboles pueden tener impactos positivos en la salud y que abrazarlos quita dolores de cabeza, disminuye los síntomas de depresión y hasta el estrés del trabajo.

Mientras Marc Berman, también investigador, asegura que la naturaleza es eficaz para promover la atención y la memoria en el trabajo.

Yo siempre lo hago y quienes trabajan conmigo reciben el consejo de hacerlo para poder manejar el control de daños que a veces se necesita después de una cobertura con más nervios que felicidad.

El motivo no importa: disminuir el calor, obtener mayores descuentos del impuesto predial o tener un sitio dónde descargar las malas energías de la jornada de trabajo, podemos sembrar un árbol para tener una sombra donde descansar.

Yo aprovecho que es lunes y que hay otros como yo que prefieren la sombra de un árbol para una buena conversación alrededor del verano. ¡Que sea feliz!

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