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La semana pasada el mundo celebró el día de la alegría, que los psicólogos definen como una emoción pasajera que se manifiesta por medio de la risa o la sonrisa, aunque también es cierto que este sentimiento provoca saltos, aplausos y hasta bailes de felicidad.

De acuerdo con la internet, cada 1 de agosto se festeja el día mundial de la alegría, instaurado en 2010 por iniciativa de Adolfo Becerra, en un Congreso de Gestión Cultural, con el fin de reflexionar sobre la importancia de tener presente esta emoción que –dicen los que saben- tiene un poder transformador.

La verdad es que desconozco más información sobre esta festividad, pero me parece un increíble pretexto para celebrar algo tan importante en estos días como estar alegres.

Sé que lo que debería permanecer son asuntos distintos con las personas que presiden los gobiernos, no solo en México, sino en otros países, no viene ni al caso mencionarlos, pero yo sí creo que cuando las personas estamos tristes nos enfermamos, tenemos gripa, dolor de cabeza y hasta diarrea.

Aunque no se necesita tener lágrimas en la cara para ver que alguien está mal, hay personas tan felices de vivir en la falta de alegría que te sorprenderías. Caminan encorvados, la queja constante de todo lo que los rodea no para, nada es suficiente porque resulta que en el trabajo todo está mal, porque hay calor, porque López dijo otra tontería, porque el dólar cuesta más que ayer; en fin, lo que sobran son los pretextos para amargarnos el día, la tarde o la madrugada, el caso es no estar alegres.

En países como Chile, Brasil y Argentina se busca recordar la emoción subjetiva, la alegría, como una fecha mundial para celebrar, aunque dependerá mucho de la persona a la que preguntes la forma en que hará este festejo.

Aprovechando que aún es temporada, habrá personas a las que les signifique gozo patear la pared desde una hamaca en la playa, otras desde la terraza de algún lugar en el Caribe mexicano, aunque para otras la alegría real sea viajar a otra ciudad y hasta ir a Motul a desayunar al mercado.

No importa qué actividad te dé alegría, el caso es sentir ese momento que te hace sonreír porque es cierto que una persona alegre rinde más, tiende a estar más sana, a superar las dificultades y a provocar simpatía en las personas que tiene alrededor, a hacer el bien.

Este sentimiento se multiplica, o díganme si no recuerdan un momento entre amigos, familiares o desconocidos que les hizo reír, y que hoy al recordarlo vuelven a mostrar los dientes, como decía mi adorada Lela Oxkutzcaba en alguna campaña que debería regresar a las pantallas.

Aunque cada persona se siente feliz con cosas muy diferentes, no se puede negar que el abrazo de un ser querido te provoca alegría, así como un éxito en los estudios o en el trabajo, superar un reto, tu comida favorita o un postre prohibido; en fin, pretextos sobran.

Yo mejor aprovecho que es lunes y que hay alegría para celebrar a mi hermano José Luis que cumple años. ¡Que sea feliz!

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