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BASTANTE POCO. Según un periódico diario de esta ciudad, en distintos municipios yucatecos se han hallado ejemplares de la temible araña llamada viuda negra. Para calmar los temores de los habitantes del estado, el reportero dice: “Afortunadamente, los fallecimientos son bastante poco frecuentes; las arañas no son agresivas y solo muerden en defensa propia”.

¿Bastante poco? Ha saltado el gazapo. El Dele atribuye a la palabra “bastante” los siguientes conceptos: Ni mucho ni poco, ni más ni menos de lo regular, ordinario o preciso, sin sobra ni falta. No poco. Y como ejemplos menciona: Es bastante rico; bastante bella. El mismo lexicón nos dice que “poco” significa escaso, limitado y corto en cantidad o calidad.

Entonces, bastante (no poco), no puede calificar al adjetivo poco. Esas dos palabras se oponen en su significado, pues éste sería “no poco poco”.

En lugar de ese gazapo debió decirse “muy poco”. El adverbio de cantidad “muy” se antepone a adjetivos, participios, adverbios y modos adverbiales para denotar en ellos grado superlativo de significación. Ejemplos del Dele: Muy hombre, muy docto, muy tarde, muy de prisa.

Empleamos la resortera, el golpe del guijarro hace su efecto y guardamos la pieza en el morral.

SIN AUTORIZACIÓN SE ATASCA. En las noticias internacionales leemos: “Un dron sin autorización se atasca en la aguja de la catedral de Estrasburgo”. Claro que ese dron no tenía autorización para atascarse. Aquí el error consiste en emplear las palabras de una manera impropia que produce anfibología, es decir, que la cláusula pueda interpretarse en uno u otro sentido.

La autorización es para el sustantivo dron y no para el verbo atascar. La redacción correcta de esa noticia debió ser: “Un dron no autorizado se atasca en la aguja”... Certera pedrada derriba al gazapo y lo depositamos en la alforja.

SOMOS LOS QUE COMEMOS: Nuestro bello idioma español es uno de los más difíciles de hablar y escribir. Basta una sola letra mal empleada para cambiar el sentido de una oración. Así, en un vídeo destinado a promover una alimentación sana con el auxilio de un extractor de jugos de frutas y verduras, vemos caminar a diversas personas con sobrepeso mientras en la pantalla del televisor se lee: “Somos los que comemos”.

Por sindéresis (capacidad de razonar) entendemos que la intención del publicista no es indicar quiénes comen, sino que nuestro cuerpo es el resultado de los alimentos ingeridos. La sola letra “ese” -empleada de más-, ocasiona el cambio de significado de la cláusula, un auténtico gazapo. Lo correcto es decir “Somos lo que comemos”.

Empleamos la honda y un duro pedrusco, cae la pieza, el sabucán se atiborra y termina la cacería.

Hasta el próximo tirahulazo.

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