|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Conversaba con una persona cercana ya a los 60 años, me contaba que había nacido hace más de medio siglo en una familia pobre en nuestra ciudad, en un hogar que no tenía ni siquiera un baño, sin energía eléctrica, agua potable o al menos una calle, sino apenas un camino de tierra, por supuesto mucho menos disponían de un teléfono o un televisor. Contando con unos tres o cuatro años llegó a su casa la electricidad y todo comenzó a mejorar; cuando tenía entre 8 ó 9 años su familia ya contaba con todos los servicios, con excepción de la calle que las autoridades demoraron todavía muchos años en construir.

Lo interesante es que no recuerda haberse sentido pobre nunca, sus días pasaban coleccionando mariposas, libélulas y toda clase de insectos, por supuesto no podían faltar los renacuajos capturados en algunos de los muchos charcos de la calle, observar cómo día a día mágicamente se iban convirtiendo en ranas, para después liberarlas en el agua estancada donde los habían capturado.

Para él su situación era perfectamente normal e incluso se sentía feliz, arropado y querido. Por las mañanas su madre los despertaba a todos y su abuela les preparaba el desayuno en una mesa muy grande en la que se rodeaba de sus cinco hermanos, un sexteto lleno de vida, alegría, curiosidad y travesuras.

La vida era buena, tenía una casa, comida, un lugar dónde dormir; hermanos a quienes amar y con quienes pelear eran parte de cada una de sus horas; rodeado del cariño de todos no le hacía falta nada, sabía que todos los días al despertar aquellos que amaba y le amaban estarían ahí para él.

La única nube en sus días era el ver tan poco a su padre, siempre fuera de la casa y estando en ella frecuentemente cansado y malhumorado, frío y distante, sin palabras o gestos de cariño; esa nunca fue razón suficiente para dejarlo de amar, estaba agradecido porque aun sin entenderlo tenía lo que necesitaba, tenía a quién amar y era muy amado.

Por las mañanas al abrir los ojos y por las noches al cerrarlos, el motivo de su felicidad estaba junto a él: unos padres, abuela y hermanos que lo amaban y se lo demostraban estando siempre ahí.

En innumerables ocasiones nos enfrentaremos al problema de que nuestro amor no podrá resolver la situación del otro, pero no será necesario hacerlo, también podemos acompañar en silencio, estar presente siempre es sin duda una prueba irrefutable de amor al otro y un bálsamo en el corazón del que sufre.

Afortunados todos los que, como yo en mi esposa, tenemos a alguien que es presencia diaria en nuestra vida, que es amor y compromiso todos los días, amor profundo hecho compañía y entrega a través de los días y los años de nuestra existencia. Las cosas no lo son todo, pero el amor hecho presencia sí lo es.

Lo más leído

skeleton





skeleton