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Preocuparse demasiado puede afectar nuestra salud, lo sabemos, pero es imposible no sentir preocupación ante las declaraciones y acciones del presidente Andrés López y, sobre todo, de las que emiten Morena y sus dirigentes, que a toda costa y en todos los ámbitos tratan de imponer su dominio, usando como gran trampolín el Congreso de la Unión.

Está por ejemplo la estrategia que aplican dirigentes de ese partido contra los gobernadores a los que visita el jefe del Ejecutivo federal. Versiones extraoficiales dignas de crédito señalan que hay una consigna para denostar al gobernador que reciba a López Obrador, a fin de que la figura de éste resalte sobre la de su anfitrión. Eso sí, en cada ocasión, el presidente se deslinda de las sospechas, sin convencer a todos.

En el mismo tenor está el caso de las calificadoras de inversión nacionales e internacionales, condenadas por varios líderes morenistas luego de que publicaron cifras y opiniones que manifiestan preocupación por la tambaleante marcha de la economía mexicana (que, por otra parte, hay que decirlo, acaba de registrar el febrero con menor índice de inflación en casi 20 años). La reacción de AMLO y varios dirigentes de Morena fue condenar a las calificadoras que “descalifican” a la economía mexicana, y lo peor fue que legisladores de ese partido anunciaron que promoverían una reforma legal para sancionar a ese tipo de firmas cuando “desprestigien” con sus evaluaciones el manejo económico del país. Por suerte, ante una lluvia de críticas, los morenistas dieron marcha atrás y siempre no impulsarán esa ley mordaza para la economía.

Tanto en el caso de los abucheos como en el de las calificadoras, nos parece que en el fondo está el afán de Morena y del propio Andrés López de que prevalezcan en todos los ámbitos sus propias opiniones y su visión del estado de cosas de la nación.

Cada vez que surge la sospecha de que el partido que él creó quiere ejercer dominio total sobre el país y sus ciudadanos, Andrés López sale a aclarar que ésa no es su intención, que va a respetar a todos y que a México le va a ir muy bien. Pero los hechos y declaraciones preocupantes superan día tras día a las de claro perfil democrático.

Incluso las ruedas de prensa que todos los días ofrece López Obrador pueden verse como el afán de un hombre que, él mismo lo ha dicho, quiere pasar a la historia como el mejor presidente de México. Ése no debe ser su objetivo, sino procurar que la nación toda prospere y alcance más y mejores niveles de bienestar. Un reconocimiento amplio de la ciudadanía surgiría entonces de manera espontánea y sincera.

No sé usted, pero a nosotros nos parece que estos primeros 100 días de “amlismo” son más preocupantes que satisfactorios. Hay que esperar, sin embargo, cruzar los dedos y darle tiempo al presidente.

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