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Una oleada de comentarios, la mayoría en contra, generó la acción del presidente Andrés López de ordenar mediante un memorándum a sus secretarios de Gobernación, de Hacienda y de Educación que se abstengan de cumplir las leyes relativas a la aplicación de la reforma educativa.

Muchas voces se levantaron para criticar al jefe del Ejecutivo federal, entre ellas la del Dr. Alberto Briceño Ruiz, presidente emérito de la Academia Mexicana de Derecho de la Seguridad Social, quien entre otras cosas dijo, en una carta que circuló por redes sociales, que el presidente “no puede estar por encima de la ley y menos determinar lo que sea justo o injusto (...), el memorándum lo puede enviar a sus colaboradores pero nunca decirles que no cumplan con la ley, para ello tiene facultad de promover (el cambio de) la legislación que estime injusta. La ley es dura, pero es la ley y debe acatarse mientras esté vigente”. Lamentó que por el apoyo popular que tiene AMLO “pueda sentir que sus actos como el memorándum estén por encima de la ley. Como maestro de la Facultad de Derecho, a mis 84 años, condeno esa actitud, que nos conduciría no solo a una dictadura, sino a tener un presidente con poderes absolutos”.

Nos parece que lo más peligroso de esta nueva acción de López Obrador es que va en contra de la lucha contra la corrupción, quizás su mayor bandera. Porque ¿cómo combatir ese flagelo social si no queremos cumplir las leyes, si las saltamos porque nos parece que no son correctas y hacemos caso omiso a todo el marco legal del que nos han proveído mal o bien nuestros legisladores?

Imagine qué pasaría por ejemplo en Yucatán si cundiera el ejemplo del presidente. En la actualidad, la impartición de justicia pronta y expedita es una utopía, y la gran mayoría de los delitos no se denuncian porque los ciudadanos están convencidos de que de nada sirve acudir a las autoridades. Y si ahora podemos pasar por encima de la ley porque así lo hace el primer mandatario, ¿qué presente podemos tener y qué futuro podemos esperar?

Otro punto muy preocupante es que los ciudadanos empiezan a preguntarse por qué nadie del primer círculo del presidente tiene la capacidad, inteligencia o valor para advertirle cuándo está incurriendo en algún desaguisado.

Solo nos queda cruzar los dedos para que el presidente se dé cuenta del potencial daño que puede generar su ahora famoso memorándum y muestre de manera fehaciente su respeto a la autonomía de los otros dos poderes. Ojalá que predomine la cordura y los ciudadanos no tengamos que sufrir mayores consecuencias derivadas de este pasaje.

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