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En el episodio 3 de la tercera temporada de la serie de Netflix “Designated survivor” el presidente Tom Kirkman (Kiefer Sutherland), quien busca su reelección, ordena a una de sus asesoras que cite al jefe de uno de los grandes laboratorios farmacéuticos de Estados Unidos para “invitarlo” a bajar el precio de la insulina (vital para diabéticos) que su empresa vende. La funcionaria logra su objetivo gracias a sencillo recurso: le muestra al arrogante empresario que ha reunido numerosos testimonios de personas que acusan a su laboratorio de encarecer abusivamente ese fármaco, cuyo costo de producción es de 6 dólares por ampolleta, la cual venden a casi 400 dólares. “El presidente quiere que bajen el precio a esto –y le muestra un papel–, o de lo contrario les quitaremos la patente, como nos permite la ley, y se la daremos a otra compañía”. Acorralado y humillado el engreído empresario tiene que acatar la orden.

En estos días los mexicanos estamos entretenidos en ver cómo acaba el problema de los recortes presupuestarios a los que ha recurrido el gobierno federal en su “austeridad republicana”, que ha obligado no solo a reducir el personal en los hospitales públicos, sino también a demorar en exceso la compra de medicamentos para atender a los pacientes.

Si fuéramos un país desarrollado nuestra preocupación no sería que haya suficientes medicamentos en las instituciones de salud pública, sino que las autoridades cumplan con verificar, por ejemplo, que esas medicinas tengan la calidad necesaria y aporten el beneficio que deben producir al paciente.

En lugar de eso no nos queda más remedio, porque muchos no tenemos dinero para hacer otra cosa, que aceptar por buenos los medicamentos que nos dé el sector público, aunque muy probablemente usted ha observado que la eficacia de muchas medicinas que nos “regala” el gobierno está muy por debajo de la que, si tenemos algún dinero, podemos adquirir en la farmacia comercial, producida por alguno de los grandes laboratorios que operan prácticamente sin restricciones en nuestro país.

En la serie de Netflix que citamos el jefe del gabinete del presidente Kirkman, Mars Harper, quien lucha por salvar de una adicción a su esposa, reprende directamente al titular de la FDA (Food and Drug Administration) por las “aprobaciones exprés” que concede a medicamentos nuevos que le presentan los laboratorios. Claro, el proceso incluye jugosos sobornos. No podríamos afirmarlo de manera contundente, pero tenemos la sospecha de que en México también se hacen esas “aprobaciones exprés” mediante cuantiosas dádivas.

La codicia, abuso e impiedad de los laboratorios significan para los ciudadanos como usted y como yo nada más que dolor, lágrimas y muerte. Si no lo cree usted, pregúntele sobre todo a quien tiene que comprar alguna medicina especializada.

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