|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hoy recordamos a los maestros en su día, y muy posiblemente, según los recuerdos que cada quien evoque, les tendrán esbozando una sonrisa de nostalgia o tal vez tendrán el ceño fruncido recordando un mal momento; al final, esperamos que de todas esas experiencias hayamos visto oportunidades para sacar algo de provecho.

La noble tarea del profesor inicia cuando responde sí a una vocación que reviste muchísima paciencia para enseñar; amabilidad para estar siempre presente y brindar una sonrisa; entrega y pasión para que puedan recibir de los alumnos los mejores resultados que pueden dar; generosidad para compartir su tiempo y sapiencia; humildad para aceptar los errores, y honestidad para apegarse siempre a la verdad.

Hace algunos años leímos el libro “Martes con mi viejo profesor”, y en él se enaltece la tarea de aquel que de verdad quiere enseñar a sus educandos, no ciñéndose únicamente a lo que los libros indican. El profesor Morrie Schwartz dejó para sus alumnos las mejores lecciones al final de su vida, siendo un testimonio de aquello que predicaba; el libro es una historia basada en hechos reales y escrito por su alumno Mitch Albom.

La relación de este catedrático con sus alumnos trataba de ser cercana, les pedía incluso que si querían se podían mantener en contacto incluso después de haber terminado el ciclo escolar, con este gesto les hacía saber que cada uno de ellos era más importante que solamente un número de matrícula que calificar.

Trataba de enseñarles no solo lo que la materia que impartía debía abarcar, sino que plasmaba en ellos su visión de la vida, el amor a su familia, el amor al prójimo, su sentir con relación a los problemas que aquejaban a su sociedad, las relaciones humanas, los valores que hacen grandes a las personas y por los que vale la pena vivir porque te llenan de paz interior.

Por increíble que parezca, su amor por la vida y por su familia no cambia a pesar de vivir aquejado de una enfermedad que lo dejará cada día más limitado hasta la muerte, pues quienes padecen de esclerosis lateral amiotrófica no tienen grandes esperanzas de curación.

Después de 16 años, alumno y maestro vuelven a cruzar sus vidas, y es en sus últimos años cuando le transmite el verdadero significado de lo que él mismo ha aprendido a lo largo de toda su vida y lo que verdaderamente importa para estar listos para dejar este mundo.

Maestros como Morrie quizá hay por todo el mundo, y lo que Mitch hizo al escribir el libro fue, además de compartir las lecciones que a él le cambiaron la vida a través de compartir los martes con su profesor, ayudarle a recaudar fondos para cubrir parte de su enfermedad.

Quisiéramos tener muchísimos maestros cortados con la misma tijera, pero es una realidad que hay muchos que ya no ven el magisterio como una vocación para enseñar más que letras y números; hoy por hoy, con la crisis de valores que se vive necesitamos de maestros que puedan ayudar no solo a formar a los alumnos, sino a motivarlos para que quieran ser grandes en aquello que realicen; que les ayuden incluso a encontrar sus aptitudes para desempeñarse en lo técnico o profesional, por ejemplo; pero sobre todo que les enseñen a desarrollar un pensamiento crítico que cuestione lo que sucede a su alrededor y que quieran encontrar el conocimiento siendo disruptivos.

Desde estas letras les damos las gracias a todos los profesores que nos ayudaron a forjar el carácter y que no se limitaron a informarnos; a aquellos que nos mostraron su lado humano abriéndonos su corazón; a aquellos que cuando más lo necesitábamos nos dieron un abrazo o enjugaron nuestras lágrimas, y sobre todo a quienes con una palmada de confianza nos animaron a seguir nuestros sueños. ¡Feliz Día del Maestro!

Lo más leído

skeleton





skeleton