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Hace más de dos milenios, Jesús de Nazareth en una charla afirmó a los judíos: “la verdad os hará libres”, y así como él, filósofos, escritores y poetas han dejado un legado de frases célebres en torno a la verdad y la libertad.

Incluso siglos antes de Cristo hasta la presente época son muchas las voces que coinciden en que si no se está del lado de la verdad, no se puede actuar con libertad.

En la presente época vemos a muchas personas viviendo como si fueran esclavos, y no necesariamente encarcelados a merced de un amo como en épocas pasadas, hoy la esclavitud se ha modernizado, los “amos” de este milenio son muchos y muy variados.

Son “esclavos” las personas que viven al compás de sus pasiones, porque su voluntad no es lo suficientemente fuerte.

Montaigne decía que “la verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo”, y estamos de acuerdo con él, quien no se posee a sí mismo no puede ser libre.

¡Cuántas veces nosotros mismos nos decimos libres y actuamos como si fuéramos verdaderos prisioneros! ¿Quiénes serían los amos? Alguna relación tormentosa, el tabaco, el alcohol, el trabajo, los dispositivos móviles y tantas otras cosas que nos atan, muchas veces creyendo que nos liberan.

Jean Paul Sartre opinaba que “la libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en hacer lo que se debe”, y George Bernard Shaw afirmaba que “la libertad significa responsabilidad”, y podríamos decir que Cullen Hightower pone la cereza del pastel al opinar que “la disciplina sin libertad es tiranía; la libertad sin disciplina es caos”.

¿Cómo puede entenderse la libertad? Se podría resumir en la capacidad responsable de elegir entre el bien y el mal, este valor se aprende en primera instancia en la familia, en donde de acuerdo a los principios que le rigen, los miembros se forman, se educan, se convierten en personas íntegras.

Toda acción a realizar permite considerar beneficios y perjuicios; cuando rehuimos a hacer esta valoración, fácilmente podremos incurrir en el error, o lo que es lo mismo, actuar irresponsablemente.

Si actuamos sin valorar lo bueno y lo malo, a merced de nuestros impulsos, resultará fácil caer en el abuso, sin reconocer límites, haciendo caso omiso de la moral o la ética, convirtiendo nuestros actos en actos de libertinaje, justificándonos con un “todo el mundo lo hace”, como si ello bastara para dar rienda suelta a lo que en conciencia se sabe que no es propio.

Conocer la verdad no solo nos libera de la ignorancia y la duda, sino que nos permite vivir como personas auténticas. Buscar y alcanzar la verdad le da sentido a nuestra vida, ser leales a la verdad nos permite conducirnos con libertad.

Si nos preguntamos si somos libres, responderíamos que sí, solo si no nos dejamos atrapar por lo que hacen los demás sin conciencia, si no permitimos que nos impongan ideas, si aceptamos la opinión pública con una opinión crítica de nuestra parte, si no adoptamos modas porque sí, si llamamos a las cosas por su nombre eludiendo los eufemismos, si no corrompemos nuestros principios y valores.

Reconocemos que solo quien transita por el camino de la verdad es libre para saber a dónde va, por qué y cómo llegar.

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