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Una reciente tarde calurosa le tocó consultar a doña Cristina, que, dicho sea de paso, es amiga de la familia y quedó viuda a mediana edad. Esta paciente acudía para revisar estudios solicitados, ante la evidente pérdida de peso y molestias digestivas.

Para mi pesar, la sospecha diagnóstica se confirmó. La endoscopía, estudios tomográficos y de laboratorio confirmaban lo que la clínica sugería: tenía cáncer de estómago y, como era de esperarse, se le nublaron los ojos y sus primeras palabras fueron: “¿Cuánto tiempo de vida me queda?”.

En ese momento, me asaltaron sentimientos encontrados, ya que mi paciente se había caracterizado -como todas la mujeres- por ser luchadora capaz y sin temor a sobreponerse al reto. Con gran ejemplo y valentía había sacado adelante a sus descendientes y otros miembros de la familia. Interrumpiendo su silencio, le expliqué los avances de la ciencia y sus posibilidades de tratamiento en manos expertas y seguidamente –aunque pareciera obvio-, le pedí me dijera por qué me cuestionaba primero que nada sobre el tiempo de sobrevida y me espetó: ¡Para enmendar algunos errores!

Sin duda, amable lector, vivimos todos los días con la esperanza del prometido mundo magnificente y justo de los políticos decadentes. Sin reparar en esfuerzo, tiempo, dedicación y poco espacio para la atención, nos entregamos en cuerpo y alma al quehacer cotidiano, pero esta vorágine nos aparta de las cosas realmente importantes de la vida: nuestra salud y nuestra familia.

Cuántas veces al levantarnos por las mañanas abrazamos a nuestra pareja y le decimos cuánto la queremos o a nuestro hijos en qué les podemos ayudar, y ni qué decir de nuestros padres, a quienes hace tres semanas ni siquiera les hablamos por teléfono para ver cómo se encuentran. ¿Sabes cómo se siente tu compañero de trabajo o solo le reclamas el no haber realizado X o Y tarea, mofándote de forma sarcástica de su omisión o actitud mostrada ese día?… ¡Qué parte de la historia no leemos!

Mi columna intenta llevarte a reflexionar sobre la salud mental, personal, interpersonal, laboral y social. La vida es muy frágil como para “gastarla en infiernitos”. Sirva el ejemplo de doña Cristina, quien, como muchos de nosotros, de forma tardía intenta resarcir sesgos o errores del sempiterno devenir ante la posibilidad de la muerte. Sirva para hacer un llamado de atención y dejar de pensar en que ir al doctor -si nos sentimos bien- es solo perder tiempo y dinero. Sirva para asegurarte que de algo te vas a morir, pero que no estás solo en la vida y hay gente que te rodea y que aún te necesita con buena salud.

El día de hoy, Jueves Santo, cual parteaguas bíblico, en cuanto a los días más dolorosos del Dios hombre, reflexionemos sobre en dónde estamos, adónde queremos llegar y rectifiquemos sin esperar a que se convierta en “muy tarde”.

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