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Quién no recuerda al inmortal Pedro Infante y su famosa canción “La Bartola”: Mira Bartola aquí te dejo estos dos pesos, pagas la renta, el teléfono y la luz… Qué épocas aquellas señor don Simón, dirían nuestros abuelos.

Grandes contrastes existen con el México del siglo XXI. Actualmente nos enfrentamos a severas reducciones del presupuesto, y la salud, ¡no es la excepción!

Estas adecuaciones (como suelen llamarlas quienes toman decisiones desde un escritorio sin haber estado en la trinchera), desafortunadamente solo se traducen en menor inversión tecnológica, eliminación de insumos terapéuticos y pocos cambios en la infraestructura instalada, que arrastran al desencanto, desconfianza y zozobra tanto al prestador del servicio como a los usuarios.

Por otro lado, y a pesar del encarcelamiento de recursos aportados, algunos políticos se “adornan” con logros y alcances a expensas de sus verdaderos artesanos. A pesar de lo dictado, la ciencia médica todos los días nos da sorpresas, logrando descifrar el genoma humano, realizando trasplantes, controlando enfermedades otrora incurables como el VIH y la artritis, y todo gracias a la mancuerna servidores de salud y suficiencia de recursos.

Desafortunadamente la mancuerna referida se va debilitando, como resultado del estrangulamiento de los dineros destinados a la atención de los enfermos. Es evidente la inequidad entre demanda y oferta, sin hasta hoy existir estrategias efectivas para dar solución al cabalgante problema; aún así, continúan los resultados con menores recursos, siendo sin duda el recurso humano su invaluable soporte.

Este errático proceso está provocando desgaste físico, mental e inclusive fricciones entre semejantes. Ahora en vez de sentirnos seguros con mejores fármacos y técnicas para ayudar a los pacientes, existe temor a ser demandados por no poder aplicar de forma integral todos nuestros conocimientos de frente al enigmático y laberíntico proceso administrativo, que de entrada limita, burocratiza y privilegia la normatividad sobre la asistencia, y los escasos dineros sobre la excelencia, violentando flagrantemente lo plasmado en el artículo 4º de nuestra carta magna, defendida con sangre por antecesores muchas décadas atrás.

Finalmente, esperemos como hasta ahora seguir en nuestro Yucatán haciendo las cosas bien, con experiencia, responsabilidad y ética. No satanicen, ni cuestionen errores mínimos, cuando lo máximo se va logrando; evitemos actuar como en otras latitudes y volvernos la “quinta columna” del semejante. ¡Aquí no hay recomendados, todos somos mexicanos y yucatecos con derechos ganados a pulso!

Vamos a ver qué hace Bartola con los pocos pesos que le den y que pueda tener lo necesario para no convertirse en el verdugo de los ya pocos leales y honestos servidores de la salud.

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