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Para nadie es sorpresa la falta de insumos e infraestructura achicada cuando del sector salud hablamos. Sin duda, muchas de las incomodidades son acertadamente abordadas a través de la comunicación transparente y sin engaños.

Desafortunadamente esta cultura de la comunicación interna y externa oportuna y precisa falla a veces, trayendo como consecuencia desaciertos con cuellos de botella, rebasando la tolerancia de un doliente. A este último escenario lo llamaría la torre de babel en salud y para pronta referencia les comento a continuación.

Cuenta la Biblia que, después del diluvio, todos hablaban una misma lengua, y cuando los hombres emigraron desde Oriente, encontraron una llanura y decidieron construir una gran torre cuya cúspide llegara al cielo, desafiando todos los límites que existían.

Entonces Dios descendió y al mirar la edificación despertó su ira ante el orgullo y la insolencia de aquéllos. De ese modo, decidió confundir a los hombres para que no pudieran entenderse.

Cuántos siglos han pasado, pero aún existen “semejanzas maravillosas”; verbigracia las famosas comisiones en la H. Cámara de Diputados para “resolver o atender” algún tipo de asunto, obteniendo resultados cuestionables por imprecisiones.

En el mismo orden de ideas, cuando analizamos las aristas en salud, nos damos cuenta de que existen florituras verbales y modernas técnicas que retrasan la oportunidad de servicio a los dolientes.

Uno de los más dolorosos pasajes es la actual torre de babel institucional, cuando de biológicos para enfermedades reumáticas, dermatológicas, alérgicas y de cáncer hablamos.

Destaco lo anterior, ya que en tanto se logra desentramar algunos aspectos poco definidos y enigmáticos en el proceso administrativo que actualmente tardan semanas, cada día que pasa y no llega la autorización por parte de los expertos, la enfermedad se activa o avanza, según el caso, resultando estéril el tino del especialista, que queda decepcionado al no poder detener el daño orgánico causado por la enfermedad ante las consabidas dilaciones en el surtimiento del biológico.

Todo sería tolerable si existiese buena comunicación y sinceridad por parte de los responsables del proceso; sin embargo, nos topamos con funcionarios atrapados en la apatía insensible, que con malas caras, evasivas e innumerables pretextos, evaden su obligación plasmada en ley y código (servidores públicos y ética), maltratando al discapacitado, tercera edad o a los foráneos (gente del interior del Estado).

Solo les recuerdo que, si de algo podemos estar orgullosos los mexicanos y sobre todo los yucatecos, es de nuestra preparación y del alto nivel científico alcanzado por nuestros especialistas, y tan solo pedimos que optimicen su tiempo administrativo, cuyos retrasos trastocan la posible buena calidad de vida de quienes padecen enfermedades articulares, dermatológicas, alérgicas o neoplásicas en Yucatán. ¡Aún hay más!

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