Te dejo a Schwob para que no te sientas solo
El poder de la pluma
Te miro por vez primera. Te encuentro sano y me alivio. Te ríes. Te abrazo con ganas de que no te marches nunca. Te llevo a la casa. Te ayudo a dormir. Te doy de comer. Te hablo en tu mismo idioma. Te escucho con ternura. Te pongo gel en el cabello. Te llevo a la escuela. Te explico que nos veremos en un rato. Te oigo llorar a lo lejos. Te imagino sentado en una soledad infantil, perdido en una confusión espantosa. Te espero a la salida. Te veo correr al otro lado del pasillo. Te leo en la noche una historia de viajeros que se pierden en el bosque y logran volver a casa. Te contemplo mientras llegas al sueño. Te apago la luz. Te espío en la oscuridad. Te regaño por dibujar encima de mis papeles. Te imploro, por décima ocasión, que no interrumpas mientras trabajo. Te subes al escritorio a darme un beso. Te acaricio, te hago cosquillas, te doy un pequeño mordisco en la nariz. Te enseño las vocales, las preposiciones. Te gusta la gramática. Te sorprendes con un libro de Marcel Schwob. Te muestro algunos de mis poemas. Te quedas observando los libreros. Te admiro en la graduación de la escuela. Te escucho hablar del futuro como cuando hablabas de juguetes o de novias. Te elogio delante de extraños. Te llamo todas las tardes. Te pido que nos veamos. Te espero por tercera vez en lo que va de la semana.Te veo estacionar tu auto en la cochera. Te exijo que no azotes la puerta, que te calmes. Te acercas tambaleando. Te desmayas. Te golpeas fuerte contra la vitrina del comedor. Te encuentro débil y cundido de llagas. Te llevo pastillas y un vaso de agua. Te ayudo a bañarte.Te acompaño al médico. Te tomo de la mano cuando tienes fiebre. Te doy la sopa a cucharadas. Te vomitas. Te interno en el hospital porque no mejoras. Te llevan en camilla a un lugar al que no puedo acompañarte. Te espero desde el silencio de la habitación 25. Te suministran 200 miligramos de no sé qué sustancias. Te ordeno, te grito que despiertes. Te quiero decir que todo saldrá bien, que no debes tener miedo. Te apagas. Te lloro en el día y en la noche. Te odio por haber crecido. Te pido disculpas inmediatamente. Te necesito aquí, a mi lado. Te niego acostado debajo de la tierra, muerto de frío. Te fumo en cada cigarro. Te traigo todos los días al insomnio. Te confundo con gente en la calle. Te encuentro en una fotografía de nuestras primeras vacaciones en el mar. Te ves fuerte y lleno de ímpetu, con ganas de soltar el flotador y nadar hacia la otra orilla. Te llevo margaritas blancas, gerberas azules. Te leo una carta repleta de confesiones tontas. Te procuro cuando me despido. Te dejo a Schwob para que no te sientas solo. Te escribo este cuento.