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Nada en el universo entero es tan valioso como el ser humano. La ética reconoce en el hombre un valor tan elevado, que lo hace merecedor de todo el respeto, de todo el amor y de todos los bienes.

Al cuestionar la razón de nuestra valía encontramos una característica realmente fundamental, una cualidad específicamente humana que es: SER PERSONA. Tenemos una conciencia autorreflexiva y crítica.

Gracias a ésta, podemos llegar a un alto grado de integración en nuestra personalidad. Ser persona vale para todos, hombres y mujeres, ya que merecemos justicia, respeto y amor. Somos seres únicos, irrepetibles e insustituibles.

Podemos relacionarnos con las demás personas y crecer integrándonos con ellas al ir viviendo con responsabilidad la libertad y la capacidad de amar.

Somos capaces de desarrollar una autoconciencia reflexiva y discernir qué es lo mejor y cómo hacerlo para aumentar el propio valor y el de los demás.
Esto es profundamente humano y el fundamento racional de la ética: la racionalidad crítica, que toma en cuenta el lugar preponderante del ser humano en la estructura biológica y social.

Es tan real nuestro valor como personas, que podemos lograr la excelencia tanto en el aspecto cultural, moral y espiritual como en el creativo, productivo y económico.

Aquí es donde la educación en escuelas y universidades juega un papel primordial para procurar una formación integral, es decir que no solamente sea impartir conocimientos científicos y tecnológicos sino procurar y cuidar la formación de los jóvenes en valores humanísticos, para vivir en armonía, respeto, honestidad y paz en la sociedad donde estén. Esto es, una educación liberadora y transformadora.

La verdad, es que en el medio familiar, social y cultural que vivimos en la niñez, así como en las relaciones con las personas de entonces, nos fueron “presentados” los valores que privaban en esos medios y que practicaban aquellas personas.

Así, fueron cobrando vida los valores en nosotros y, desde ese punto, evolucionando para la integración de los mismos en nuestra personalidad.

De los procesos antes mencionados, surge la formación de la propia conciencia que nos permite, día a día, optar libremente por los valores y darles una categorización.

Todo invita al ser humano, es decir a ti y a mí, a elegir y escoger de lo BUENO, LO MEJOR de los ambientes en los que estamos inmersos. Buscar, procurar y cuidar la excelencia, SÍ es posible, porque los recursos para lograrla ya existen en nuestro interior.

Vivamos siempre con excelencia. ¡Feliz año 2019!
¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

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