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Para vivir mejor siempre hay que buscar el lado bueno de las personas. Se puede ser un experto en el arte de la apreciación y adquirir el hábito de saber apreciar lo ajeno. No quiere decir ser un adulador, incapaz de ver las imperfecciones y defectos donde los haya. A lo que me refiero es, simplemente, a que en lugar de fijar la mirada y la atención en los defectos ajenos fijémonos en las virtudes y cualidades. 

Donald Laird (psicólogo) analizó extensamente las personalidades de hombres y mujeres que habían triunfado. Después, las de quienes habían fracasado. Las cualidades imprescindibles para una personalidad exitosa son:
1. Limpieza por dentro y por fuera de nuestra persona; tener rectas intenciones y buena voluntad.
2. Modestia.
3. Amabilidad, cortesía y delicadeza.
4. Manejo de nuestro temperamento, esto es, “buen carácter”.
5. Prudencia y silencio, mejor que charlatanería.
6. Abstenerse de la crítica y del chismorreo.

Es muy importante recalcar un elemento esencial: la delicadeza, que es el respeto hacia los demás, hacia sus ideales, opiniones, intereses y aspiraciones, ya que tiene un alto sentido de humanismo. No se aprende como una asignatura en la universidad, pero sí la podemos incorporar a nuestra personalidad poco a poco, teniendo siempre bien presente, al estar con los demás, respetar sus puntos de vista (aunque no los compartamos) así como sus aspiraciones.

Los peores rasgos de quienes fracasan son:
1. La falta de confianza en uno mismo.
2. Negarse a cooperar con los demás.
3. La tendencia a exagerarlo todo.
4. Ser jactancioso.
5. El sarcasmo y el hábito de la ironía.
6. La mentira habitual.
7. El egoísmo.
8. El despotismo.
9. La crítica destructiva y descalificadora.
10. El fariseísmo y la hipocresía.

Si pretendemos mejorar nuestra personalidad, tenemos que cuidar que no se infiltre en nosotros uno solo de los rasgos mencionados anteriormente y, por el contrario, procurar y cultivar cuidadosamente los rasgos opuestos.

Recordemos que no somos iguales, como una gota de agua es igual a otra. De hecho, cierto aire de misterio es fascinante en la personalidad.

Aristóteles, hace siglos, decía que “no existe belleza sin un aire de misterio”. Ojalá que nuestro propósito para esta Navidad sea el desarrollo y mejoramiento de nuestra personalidad total y eso… sólo se logra aprendiendo día tras día a amarnos a nosotros mismos y amar y respetar a todas las personas con quienes tengamos el privilegio de tratar.

¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

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