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La madurez no es un objetivo, sino, más bien, un proceso continuo hacia la actualización.- Rogers y Maslow, psicólogos

Para mí, vivir plenamente cada etapa de la vida es un auténtico desafío. Es la posibilidad de vivir nuestras vidas y actualizarnos a cada momento, al vivir cada instante y lograrlo en su propia plenitud. En cada instante de la vida el mundo tiene una apariencia diferente y, por lo tanto, un significado y propósito distintos. Ejemplo: el amor que se siente y aprende cuando somos niños es totalmente diferente y tiene muy poca relación con el que se siente y se vive en la madurez, ya que ésta tiene que ver con la autonomía, la lealtad, la interdependencia y la responsabilidad, así como con la moralidad.

Cada etapa lleva consigo sus propias y únicas características e implicaciones, requerimientos y potencialidades. Solo podremos actualizarnos si vivimos cada etapa completa.

Esta reflexión es acerca de la persona madura, en referencia al adulto con capacidad para la auténtica madurez.

Cuando alguien se ha desarrollado desde la niñez no pierde los mejores rasgos de esa etapa, conservando las fuerzas básicas emocionales como la autonomía cuando comenzó a caminar, la emoción de asombrarse, el placer y el gusto por jugar; la capacidad para hacer amigos y la curiosidad insaciable.

Igualmente, conserva el idealismo, la pasión de la adolescencia y ha ido incorporando todo ello a una nueva etapa de desarrollo en la que domina la necesidad de la estabilidad, propia de la adultez, la prudencia, el conocimiento, la sensibilidad hacia otras personas, la responsabilidad, la fuerza de voluntad y la decisión.

La madurez es un estado paradójico, estático y dinámico.

Estático porque es una etapa definitiva que emerge de la búsqueda y las relaciones de las anteriores etapas ya vividas.

Al mismo tiempo, es de pleno crecimiento y desarrollo más consciente, de plenitud, y no tiene fin, ya que se trata de ser, hacer para tener y llegar a ¡ser!

Se es más consciente de un yo, de la personalidad, de un “centro”. Nos elegimos a nosotros mismos en la realidad del presente y aceptamos el futuro como un desafío, no en un sentido de seguridad sino de vivir el ahora con nuestro yo como algo cambiante que interactúa en un medio ambiente también cambiante e ilimitado, donde encontramos la realización personal.

Carl Rogers opina que la parte dinámica de la madurez es la buena vida, que es un estado de menos tensión con el que se puede funcionar de una manera confortable en una sociedad compleja.

Al revisar mi vida adulta constato que es cierta su opinión.

¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

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