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La felicidad reducida a bienestar y a nivel de vida es una pobre interpretación de lo máximo a lo que se puede llegar.- Anónimo

Aunque la vida es compleja, su conocimiento puede ser sencillo. Por compleja, quiero decir que tiene muchas vertientes por la diversidad de aspectos e intereses que se presentan conforme avanzamos en el tiempo que llamamos vida. Y al decir que su conocimiento es sencillo, me refiero a que la inteligencia nos la puede mostrar menos complicada.

La sencillez es una virtud de la inteligencia. Es el arte de reducir lo complicado a lo esencial y sustancial. La felicidad y ser feliz no son un fin directo, sino que se van alcanzando de forma indirecta, cuando se tiene una personalidad madura y un proyecto de vida y esforzándose diariamente para llevarlo a cabo.

La claridad acerca de uno mismo y de la vida nunca puede ser total; siempre hay alguna sombra, alguna duda que impide la nitidez o certeza absoluta. Cada quién tiene que abrir los secretos de su existir. Cada persona es lo que ha vivido. De allí que los esquemas demasiado cerrados y preconcebidos sean malos y no funcionen porque la vida nos da de todo, no puede quedar limitada por nadie. Sin embargo, necesitamos un marco de referencia para explicarnos y conducir la propia vida.

“La madurez es el conocimiento teórico y práctico de la existencia, que se complementa con el logro de los principales objetivos que nos proponemos. Es la llamada autorrealización dentro de los límites naturales de cada individuo”. Nunca cumplimos totalmente nuestro proyecto de vida; siempre hay cabos sueltos, retos que no se superan, metas que no se logran, frustraciones y decepciones. Aun así, la vida es buena.

Abraham Maslow define la madurez como “el llegar a ser persona” desarrollándose y supliendo las cinco necesidades básicas, tan elementales como: cubrir la alimentación, la casa, el vestido, el sueño, la vida sexual, la necesidad de amor, de pertenecer, de respeto, de admiración, para llegar a la estima propia y de los demás y, como resultado, vivir el proceso de autorrealización al hacer realidad las potencialidades que están latentes en nuestro ser. Parte de lo físico y asciende a lo espiritual. Siempre se centra en la motivación que nos impulsa a alcanzar objetivos y metas.

Percibir mejor la realidad, aceptándose a uno mismo con optimismo, esperanza y fe al mantener relaciones interpersonales satisfactorias, que van dando forma a la plenitud personal en bienestar y gozo que es el camino a la verdadera felicidad: ¡la paz interior!

¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

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