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Cuando se ha vivido un adiós definitivo se atraviesa el camino de la aflicción, del dolor, de la ausencia, sin embargo, también llega el momento de permitir que lleguen al corazón nuevos amaneceres, nuevas experiencias. Cada quien necesita un tiempo para que esto suceda. Algunos necesitarán años, otros, menos tiempo.

Hay que seguir avanzando en nuestro viaje y recuperando el entusiasmo y lentamente retomar la vida y el deseo de afrontar situaciones y retos.

No volverá a ser lo que fue, porque nosotros hemos cambiado al aceptar y adaptarnos a la ausencia de quien se fue. Volver a la vida se logra cuando nos desapegamos de las ataduras que nos ligan al pasado.

Si tenemos un recuerdo que va devorando nuestra integridad o una ira que corroe nuestra paz no avanzaremos y nos provocarán sentimientos negativos que debilitarán nuestro avance hacia la vida nueva. Hay que llegar a un punto donde aceptemos abandonar lo que fue, los dolorosos recuerdos que nos hieren, nos amarran, que lastiman el corazón e impiden descubrir nuevos sueños.

Yo he aprendido lo que significa el desapego en amor por las experiencias de mi propia vida. Es cierto que lograrlo nunca es fácil y no se dará si no se es capaz de aceptar la renuncia.

Surgen las preguntas: ¿debo cancelar todos mis recuerdos de mi ser querido muerto? ¿Se supone que debo permanecer pasiv@ y permitir que los demás tomen mis decisiones?

Definitivamente el desapego no es darse por vencid@ o descuidarnos. Al contrario, a veces deseamos que la vida hubiese sido diferente o que las cosas fueran distintas pero como eso es imposible hay que aceptar la realidad y seguir viviendo. Todo el dolor y permanecer en él no puede devolvernos al ser amado que ha muerto, ni cancelar errores, ni evitar lo que es natural.

El desapego es permitir a algo o a alguien que permanezca en el pasado para ser libres hacia nuevas experiencias. El desapego es una “actitud” que crece dentro de nosotros si lo queremos.

La vida es ¡CAMBIO! Si queremos desapegarnos primero hay que reconocer qué necesitamos y queremos. La renuncia va de la mano con el desapego, no empeñarnos más en algo que ya pasó.

Abrirnos al misterio de la vida, a los riesgos del futuro, al desafío de lo desconocido, a las sorpresas y a los dones; es vivir con la mente y el corazón abiertos y confiar en que todo será para bien. Esto es ¡VIVIR DE NUEVO!
¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

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