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Por: Juan Pescador
La historia del mundo está llena de nombres de caballos famosos. Los hay -y son los más conocidos- compañeros de batallas de los grandes generales, pero también los que, según la mitología o la religión, tuvieron determinante papel en episodios como la ascención al cielo de Mahoma, o la última cabalgata (ya muerto) de El Cid Campeador, o también el del Arcángel Gabriel o el del Apóstol Santiago. Los cómics tampoco escapan y así tenemos muy populares equinos como el sheriff Tiro Loco.

El caballo ha acompañado al hombre a lo largo de miles de años y ha sido un medio de transporte eficaz ya sea como montura o como bestia de tiro. Sin el caballo, el progreso que hoy disfrutamos hubiera sido más difícil de alcanzar.

En torno a este equino –y sus parientes menos glamorosos como la mula y el burro (que tuvo sus cinco minutos de fama al ser el que, junto con el manso y humilde buey, con su aliento dio calor al niño Jesús en Belén)- se han tejido toda clase de historias y leyendas. Hay, por ejemplo, una pregunta que aún hoy se hace con frecuencia: ¿De qué color era el caballo blanco de Napoleón? Y es que el famoso corso es presentado en pinturas sobre brioso corcel blanco, no obstante que de los más de 100 que llegó a tener solo tres tenían esa pelambre y parece ser que el que monta en las representaciones era un tordo. Ya volveremos sobre el tema.

En México no estamos exentos de relatos sobre animales extraordinarios, como el famoso Siete Leguas, de Francisco Villa, que, de entrada, contrariamente a lo que dice el corrido: “Siete leguas el caballo/ que Villa más estimaba…) era en realidad una yegua mestiza, cruza de caballo árabe. La famosa yegua murió, según se cuenta, en las caballerizas de Palacio Nacional. El tema también da para más.

O la alada yegua Al Buraq (Relámpago) en la que el profeta Mahoma viajó, en compañía del Arcángel Gabriel –que volaba con sus propias alas-, en una noche, de la mezquita de Medina hasta Jerusalén, donde se reunió con Moisés, Abraham y otros profetas y oró con ellos y luego se transportó al séptimo cielo.

Otro de los muy famosos caballos es el de Troya, que es figura central en el relato sobre la guerra entre griegos y troyanos, cuyo desenlace es sabido por tirios y troyanos.

Siempre en la antigua Grecia, otro corcel que consagró la historia es Bucéfalo, de Alejandro Magno, cuyo nombre se debe a que era de cabeza muy grande y en forma de las de un buey (bous es buey en griego). Alejandro fue un gran conquistador, cuyo imperio abarcó hasta Egipto, Persia y parte de la India desde la pequeña Macedonia, y sus grandes hazañas militares las hizo a lomos de su caballo. Fue discípulo de Aristóteles.

De los caballos famosos hablaremos más en este espacio. Seguiremos espigando en la historia.

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