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Me di a la tarea de investigar sobre las sequías que ha sufrido Yucatán debido a que la de este 2020 ya se empató con la no tan fuerte, pero sequía al fin y al cabo, de 2019, y me di cuenta de que vamos a alcanzar en magnitud a los dos grandes fenómenos sufridos en los últimos 57 años: el de 1962 y el de 1986, en los cuales los acumulados de lluvia fueron en verdad muy bajos y provocaron con ello una oleada de incendios y pérdida de cosechas, además de una contingencia sin parangón con los bajos abastecimientos del agua, sobre todo en 1962.

¿Qué paso en ese 1962? Para conocerlo nos fuimos a relatos resguardados en la Hemeroteca del Estado y a testimonios de la gente de mayor edad que vivió esa época, tanto en Mérida como en el interior del estado y en especial las ciudades de Izamal y Valladolid; cuando eso, Yucatán no estaba muy poblado y Campeche y Quintana Roo menos.

Para tener un panorama más general de lo ocurrido en esos tiempos, hay que recordar que a Mérida le decían la ciudad de las veletas por la gran cantidad de esos artefactos que existían, ya que con ayuda de esas bombas de agua accionadas por el viento se obtenía en muchas casas el preciado líquido de los acuíferos subterráneos, que, junto con los depósitos de agua de lluvia que se obtenía de los techos, era nuestra única fuente de abastecimiento para la capital y para todo Yucatán, ya que no existía agua entubada para el servicio de los habitantes y eran comunes las enfermedades estomacales que provocaban en muchos casos muerte de infantes y gente mayor, debido a que tampoco se contaba con baños como ahora y lo que había eran excusados en los patios y al llover todo se filtraba a los pozos y se contaminaba el agua subterránea.

Sin embargo, llegó 1962 y el asombro general empezó a cundir entre los habitantes, ya que una extensa e intensa sequía se había posesionado de la zona y las campanas de los pozos y norias se vieron afectadas por el descenso del nivel de agua, de modo que los pozos del estado se empezaron a quedar con muy poca agua (de 3 a 5 centímetros de altura) o de plano se secaron y era común que los vecinos comentaran: en casa de don fulano ya se secó el pozo y en casa de zutana también y había que encontrar fuentes de agua en donde no hubiera pasado esto o acudir, como ocurrió en el interior del estado, a sacar agua de los cenotes.

La gran ciudad que en aquella época era Mérida se surtía de los depósitos de agua de lluvia, cuidando y racionando el preciado líquido que se estaba volviendo escaso en aquel año.

Ya con la regularización de las lluvias aquello quedó para la historia de Yucatán y aunque hubo luego temporadas de sequía nunca se volvió a presentar una tan severa como la de 1962.

Llegaría, sin embargo, 1986, pero de este año nos ocuparemos la siguiente semana.

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