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El repentismo es una forma de poesía popular típica de algunas regiones de España y de varios países de América. Se basa en la improvisación de un verso humorístico octosilábico en forma de cuarteta, quintilla o décima. El tema generalmente es burlesco. En Yucatán se le llama epigrama o bomba cuando va intercalado en el baile de la jarana.

Notables epigramistas hemos tenido en nuestra tierra. Basta recordar a Pichorra y al Vate Correa en el siglo XIX. Ambos fueron notables poetas cuyas obras serias quedaron en el olvido, pero cultivaron exitosamente el repentismo humorístico y por eso se les recuerda. Del primero es el siguiente epigrama dedicado a una mujer disfrazada de libélula: ¡Qué linda estás con tus galas/ de libélula indecisa!,/ con tu hermosura armoniza/ ese bello par de alas,/ pero es tan claro mi anhelo/ y hasta a la vista resalta,/ que ya ni eso te hace falta/ para remontarte al cielo”. Del segundo, es muy conocido aquel que le dedicó a un negro totalmente canoso: “Causa gran expectación/ y a versificar promueve/ el ver un copo de nieve/ sobre un saco de carbón”

En la Sociedad Artística Ricardo Palmerín varios autores de notables canciones fueron ingeniosos epigramistas. Entre ellos, Ermilo Padrón López, autor de los versos de Rayito de sol y Para olvidarte, musicalizados por Guty; Manuel Díaz Massa, autor de Pecado y Castigo, y Jorge Peniche y Peniche, que fue mi maestro en este género de la poesía festiva.

Recuerdo uno que Díaz Massa le dedicó al escultor Rómulo Rozo, durante una cena de nuestra asociación, en 1955, cuando aún no concluía la construcción del Monumento a la Patria: “Tú que en rápido momento/ te engulliste el chocolomo,/ explícanos por qué y cómo/ no acabas el Monumento”.

Cuando el poeta Manuel Díaz Massa me sustituyó en la conducción de las serenatas de Santa Lucía, en 1968, Ermilo Padrón, que era mi asesor, le escribió el siguiente epigrama: “Díaz Massa, el animador,/ sin artificios ni engaños,/ supera a su antecesor/ en mucho kilos y años”. A lo que Díaz Massa contestó de inmediato: “Pero esta superación/ y esto el pueblo lo asegura,/ se deben a su cultura/ y a su gran inspiración”.

Cuando yo conducía las serenatas de Santa Lucía, que inicié en 1965, a veces me prolongaba dando explicaciones sobre los autores y los géneros de las canciones, motivo por el cual mi amigo el licenciado Jorge Peniche me dedicó este epigrama: “Diz que no hay refrán perdido,/ pero el refranero falla,/ porque Luis Pérez Sabido/ ni por sabido se calla”. Varios años después, cuando develaron su retrato al óleo en el Museo de la Canción Yucateca, le riposté: “La gente ya ha comentado/ que al óleo del licenciado/ tan solo le falta hablar,/ en cambio el original/ nunca se queda callado”. El sentido del humor es una de las características del pueblo yucateco.

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