|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

En mi casi habitual caminata matutina, llegué a un parque cuyo nombre no voy a decir. En dos grandes cartelones, se leía: “Este parque cuenta con guardaparque”. Lo estuve buscando infructuosamente –también estuve tratando de ver si había en ese inmueble algún sitio dónde pudieran guarecerse del sol y la lluvia el supuesto oficial de vigilancia y el hombre que se encarga del arreglo de flores y plantas- y nada, no había ninguna persona de las que, según la leyenda, deben proteger a la familia “para que conviva con seguridad”, de esas que el letrero dice que sí hay.

Le pregunté al hombre, ya entrado en años, que arreglaba un seto dónde podía hallar al guardaparque y me respondió: “Vino hace un rato, estuvo como media hora, pero se fue luego al parque de… Más tarde, como a las nueve, vuelve, está un rato y se va al parque de… Así se la pasa. Nomás checa que no haya problema y se va”.

“¿Y dónde se guarecen usted y el guardaparque cuando está, al mediodía, hora en que los rayos del sol rajan piedra, o si llueve?”. Me respondió: “Yo descanso bajo un árbol y ahí mismo me guardo de la lluvia. No hay nada más. Le pedí hace años una casetita a mi jefe, pero nada hasta hoy. Mire (y me enseña sus chancletas rotas) ni siquiera zapatos me dan para el trabajo. Estas chancletas tienen seis meses, me salieron buenas, pero no he tenido para comprar otras”. Me preguntó si no tenía unas para suplir las suyas.

El hombre a leguas se mira que hace bien su trabajo –el solo- porque los jardines y los setos y pasillos del parque están muy limpios y de un verde que te estalla en los ojos, lo mismo que las flores. El tiene que barrer hojas y recoger la basura y la caca de perros que dejan personas cochinas, además de podar y cuidar las matas.

Está ahí, como otros en distintos parques, desde las 5 de la mañana. Tiene que llevar algo para medio desayunar y toma agua del tubo. Ese parque es un delicioso, pequeño oasis en Mérida. Deberían darle un premio al señor que lo arregla, pero no pongo su nombre porque a lo mejor no les gusta a “sus jefes” lo que me dijo de los guardaparque.

A propósito de estos agentes del orden, creo que la idea es no buena, sino lo que sigue, pero es poco útil que nomás vayan a “dar su vuelta” a un sitio de los que se supone tienen bajo su cuidado. Si en su larga ausencia ocurriera algo para lo que se supone están entrenados a resolver, ¿qué se hace?

El guardaparque debe estar en el parque, no ir a “a dar su vuelta”. Al menos eso creo.

Lo más leído

skeleton





skeleton