Actualidad de un fifí del siglo XIX
El poder de la pluma
Anastasio Bustamante (1780-1853) fue presidente de México en dos ocasiones, la primera en 1830 mediante golpe de estado contra Vicente Guerrero (tras un breve interregno de un triunvirato) y la segunda de 1837 a 1841, cuando fue derrocado por Antonio López de Santa Anna. Fue lo que en lenguaje de hoy se tendría que calificar como un político fifí, pues fue soldado en el ejército realista, partidario del emperador Agustín de Iturbide, asesino de Vicente Guerrero y militante en el bando de los conservadores en cuyas filas siempre fue muy respetado por sus dotes militares.
Tras tomar el poder en la primera ocasión, Bustamante –nacido en Jiquilpan, Michoacán, un 27 de julio-, ordenó la ejecución de Vicente Guerrero, lo cual le causó serios problemas políticos al grado de que fue obligado a ceder el poder en 1832. Fue desterrado en 1833 por Santa Anna a Europa, de donde regresó en 1836 llamado para combatir la rebelión de Texas (era uno de los militares centralistas conservadores más reconocidos). El 19 de abril de 1837 asumió la presidencia por segunda ocasión. Durante su mandato se enfrentó a la invasión francesa (guerra de los pasteles) y al intento de independencia de Yucatán. El caos económico y los desórdenes en el país propiciaron su caída y de nuevo su exilio.
A fines de 1845 regresó, con el comienzo de la invasión norteamericana, y fue designado presidente del Congreso y comisionado para defender California, pero no pudo cumplir ninguna de esas dos tareas. Se retiró a la vida privada en 1848 y murió cinco años después.
Suyas son estas palabras al rendir un informe de actividades como primer mandatario:
“Son tan notorios cuanto graves los males que afligen a la nación: un erario empobrecido; costumbres cada día más depravadas; inseguridad de bienes y de la vida en un país infestado de bandidos, y al lado de esta calamidad una general miseria; el desarreglo, la disonancia en todo y un espíritu siempre creciente de desunión y de discordia son los caracteres casi distintivos de la desgraciada sociedad en la que vivimos al presente” (1).
Pregunto al lector: ¿en algún lugar y en algún tiempo más o menos reciente y de boca de un líder nada fifí y menos conservador ha oído usted parecido discurso?
Si así fuera, no olvide aquello que postulaba Santayana: “La historia, cansada de engendrar, se repite”.
1) Citado en un libro también fifí y muy conservador: “La lucha entre el poder civil y el clero a la luz de la historia”, Lic. Félix Navarrete, editorial Revista Press, El Paso, Texas. 1935