¿Nos vamos a 'mirar el tuch'?
El poder de la pluma
La endogamia y el incesto son dos problemas que generan graves daños a los individuos y a las sociedades. La endogamia, dice el diccionario, es “el cruzamiento entre individuos de una raza, comunidad o población aislada genéticamente”. El incesto es “una relación sexual con un familiar consanguíneo”. Ninguna de ambas “perversiones” es aconsejable, desde luego, porque producen el empobrecimiento de la salud tanto de las personas como de la sociedad a la que pertenecen.
El efecto perjudicial de la endogamia, dice Fidel Márquez Sánchez, de la Academia Mexicana de Ciencias, se traduce en anomalías como enanismo, albinismo y hemofilia, que se acentúan “a lo largo de las generaciones”. Un ejemplo dramático es el de Carlos II, “el Hechizado”, rey de España entre 1675 y 1700, cuyo “coeficiente de consanguinidad” era mayor que si hubiera sido engendrado por dos hermanos y cuya infertilidad, por esa causa, se tradujo en la desaparición con él de la Casa de los Austria. El monarca tenía una larga lista de discapacidades físicas y mentales.
La endogamia es una forma de encerrarse en sí mismo –“mirarse el tuch”, diría alguna abuela yucateca- que se traduce en deficiencias genéticas e incluso puede llegar a la extinción de alguna especie.
¿Y a qué viene todo este largo exordio? Es, digo, fruto de una preocupación: todos los días y en todos sus actos y propuestas, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, nos invita a “mirarnos el tuch”, es decir a que nos encerremos en nosotros mismos, seamos una sociedad blindada ante las influencias del exterior –nocivas, según nos da a entender, porque provienen de nefastos y corruptos capitalistas que lo único que quieren es llevarse las riquezas del país, como ha ocurrido en los gobiernos del (decretado extinto) neoliberalismo- y que no hagamos caso a lo que dicen agencias calificadoras “corruptas” ni nos preocupemos porque las inversiones del exterior dejen de llegar, porque “vamos bien”.
En pocas palabras, que nos vamos a rascar con nuestras propias uñas y vamos a crecer como nunca (es más, que ni siquiera a su secretario de Hacienda le hagamos caso), porque lo dice él, que es paradigma de honestidad y paladín de la lucha contra las mafias del poder y la prensa fifí; él, que tiene sus cifras que dicen que todo está rechévere y punto.
La endogamia, dicen los científicos, produce enanismo y también acromatopsia (un padecimiento que solo permite ver a quienes lo padecen los tonos grises, negros y blancos). México es un país de la mayor importancia en el concierto mundial. Si seguimos insistiendo en la política del incesto (casarnos entre nosotros) y la endogamia, no va a pasar mucho tiempo sin que seamos una nación enana y dejemos de ver la vida a colores (es decir con todos los matices del espectro).
No creo que a nadie, menos al presidente, cuya voluntad está puesta en hacer de México un país próspero, donde sus habitantes sean felices, superen la pobreza y vivan en una sociedad honrada, quiera que nos sumamos en el incesto y la endogamia sociales.