Sin juguito no hay acarreo
El poder de la pluma
En los ires y venires de la política, donde, diría Perogrullo, unas veces estás arriba y otras abajo y otras no estás, la semana pasada tocó el turno de caer víctima de la democracia de mercado a la planta productora de jugos Natura del DIF, que durante decenios surtió los mítines y asambleas multitudinarias de los partidos, mayormente el PRI, a cuyo cargo estuvo, como la autoridad estatal en la mayor parte de ese periodo, la administración del “negocio”.
En lo que hace años se llamó acarreo –el traslado de personas humildes del interior del Estado encandiladas con la posibilidad de venir a Mérida gratis, aunque fuera en camión de redilas- y que ante el embate de los nuevos tiempos los partidos le cambiaron pudorosa y convenientemente el nombre a facilitación del traslado de simpatizantes (lo cual nunca fue monopolio del PRI, ya que también fue socorrido por el PAN, el PRD y otras formaciones políticas), aunque en la práctica era lo mismo, el juguito y las tortas (de pastel mosaico y queso deysi con su chile jalapeño infaltable) jugaron papel central, ya que permitían mitigar a bajo costo la sed y el hambre de los simpatizantes.
Los veteranos del periodismo aún recordamos aquellas largas, interminables filas de camiones de todo tipo, de pasaje o de carga, estratégicamente situados a cierta distancia del sitio donde se celebraría el mitin, de los que descendían miles de mestizos y mestizas traídos de los pueblos para hacer coro y gritar loas a los políticos que en esos momentos pedían el voto o venían a hacer promesas de campaña que nunca, o casi nunca, cumplieron. Les llamábamos acarreo –para disgusto de los organizadores de uno y otro signo que siempre insistían en que todos venían voluntariamente, aunque delante de nosotros pasaban lista-, pero, a fuer de sinceros, hay que decir que la mayoría estaba alegre y muchos, en vez de ir al mitin, tras recibir su juguito y su torta, tomaban rumbo distinto y aprovechaban hacer compras de artículos que no había en sus comunidades.
Todo eso, en estos tiempos en que ya no hay mítines multitudinarios como antes ni acarreos o facilitaciones, pasa a la historia, porque ya no será lo mismo –al menos no para el partido en el poder, sea del color que fuere- sin el juguito y la torta.
La modernidad se le vino encima a la planta pasteurizadora y envasadora del DIF –cuya presidenta, María Cristina Castillo Espinosa, ya había anunciado el 23 de noviembre de 2018 (ver Milenio Novedades de ese día) lo que hoy es una realidad-, pues su maquinaria se volvió obsoleta tras cuatro décadas de servicio y ante el hecho de que cambiaron drásticamente los hábitos de consumo; la ley que prohíbe el uso de plásticos le dio la puntilla.
Un juguito con fuerte carga política es hoy un episodio más en la historia de Yucatán. Otra bebida que pasa a engrosar los recuerdos, igual que lo hicieron la Sidra Pino y el Soldado de Chocolate. Ni modos.