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Con todos sus asegunes, la frase de Gustavo Madero que citó el presidente Andrés Manuel López Obrador en la mañanera de la semana pasada –donde se enfrascó en un debate ríspido y a veces subido de tono con periodistas que no eran los habituales (éstos se hallaban descansando tras el accidente en que resultaron lesionados)-: “Muerden la mano que les quitó el bozal”, expresa claramente la desesperación y el enojo del hermano del presidente Madero ante el maltrato que la prensa porfirista de la capital le daba al mandatario.

Traspolarla literalmente a la actualidad también tiene sus bemoles porque la situación de hoy no es ni remotamente igual a la que se enfrentaba don Pancho Madero, contra quien la gran prensa porfirista -léase los periódicos capitalinos El Imparcial, El País, El Diario, El Heraldo de México y La prensa, que eran los más importantes-, y sus articulistas y colaboradores no cejaban en sus ataques, pero constituían apenas una parte de todo el entorno hostil, ya que, por ejemplo, en el norte, estaba la revuelta de Pascual Orozco que no había podido aplacar, y en el sur, Emiliano Zapata, mediante el Plan de Ayala, inclusive pedía la destitución de Madero, a quien desconocía como presidente y lo acusaba de débil.

En ese marco, el presidente Madero convocó a los directores de los periódicos más importantes a una reunión en Palacio Nacional, donde hizo un repaso de las acciones militares contra el orozquismo y aseguró que no le preocupaba mayor cosa porque podía ponerle fin sin problema, pero lo que sí era motivo de sus desvelos era la actitud de los periódicos, que, dijo con sorna, “prefieren los rumores a la información oficial que les enviamos y que nos hacen el favor de mandarla a la página cuatro”.

Sincero, casi ingenuo, diríamos, Madero apeló a la ética profesional de los periodistas y les reclamó: “Sí me inquietan las noticias tan alarmantes que está publicando la prensa, por las falsedades e inexactitudes que encierran, tales como que Torreón cayó en poder de las fuerzas de Orozco”.

En otras palabras, acusaba de mentir a los periódicos más poderosos de la época. Ante las respuestas airadas de algunos directores, Madero repuso que había ordenado que diariamente se entreguen a la prensa boletines oficiales con la verdad sobre lo que acontecía no sólo en el frente de batalla del norte, sino en todo el país (como hace AMLO en las mañaneras, donde ofrece que no se va a ocultar nada y se va a decir la verdad de los hechos, pero muchas veces no acaba de dar respuesta cabal a las preguntas).

“Tengan ustedes la seguridad de que nunca les ocultaré la verdad”, dijo Madero y dice el presidente de hoy.

En un discurso semejante al de AMLO, Madero afirmaba que nunca atentaría contra la libertad de expresión y que prefería los excesos en última instancia, aunque hacía un llamado a un “pacto de caballeros” sustentado en la ética profesional. Poco caso le hicieron, es más mucho tuvieron que ver con su caída, como consta en la historia.

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