“Aprendiendo a ser padres”

En este Día del Padre sería bueno cuestionarnos ¿qué somos para nuestros hijos?

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Este domingo se festeja el Día del Padre. Y hay que tener presente que: “El hombre comienza en realidad a ser viejo, cuando cesa de ser educable”. Es frase de A. Graf y ¡qué cierta es!. En este Día del Padre sería bueno cuestionarnos ¿qué somos para nuestros hijos?. ¿Si sabemos ser padres, amigos, maestros?, o sólo somos los que les generamos bienes materiales y no nos importan sus ilusiones y esperanzas.

“A nuestros hijos hay que hacerles ver que la responsabilidad y la libertad son los cabos de una misma cuerda: la educación”. Eso lo manifestaba en forma sencilla y certera el maestro Víctor Castillo Vales. Y era concluyente cuando hablaba de la independencia de los hijos al enseñarles que: “Aprendan a aprender, pero aprender para la vida. Que se les enseñe a alzar el vuelo, y dejarlos libres para que puedan volar con sus propias alas y vivir su propia vida. Nunca la sobreprotección o el tenerlos demasiado mimados han llevado a una buena educación”. Y “Un padre hace más por un hijo ... ¡cuando hace menos!”.

Al darles nuestro amor, educación y enseñanza, hay que hacerles ver a nuestros hijos que les estamos dando parte de nuestra vida, no sólo dinero y bienestar. Cuando decidan tomar su camino y dejarnos, se llevarán parte de nosotros mismos y tendrán en su corazón pedazos de sus padres repartidos en su mente, cuerpo y alma. Les habremos dado la responsabilidad, para tomar sus decisiones y podrán escoger dónde, cuándo y cómo vivir su propia vida, y no vivir “nuestra vida”. Pues es triste que los padres, al no realizarse como esposos, desbordan su amor enfermizo en los hijos, pidiendo eso que no lograron con la pareja: amor, cariño, afecto y comprensión.

Tenemos que trabajar todos los días en injertar en sus mentes la esperanza, de que ellos serán los artífices del México del mañana. De su preparación y superación depende su destino y el de toda nuestra nación. Ayudar a nuestros hijos cuando la tentación del pesimismo los embargue, y en la disyuntiva entre sus triunfos y fracasos, vean la derrota como un camino en sus vidas. Darles nuestra vida hecha enseñanza: con nuestro ejemplo y congruencia de actos, transmitiremos los valores.

Que metan a Dios en sus vidas y encuentren en él una fuerza superior a su pesimismo, y que les nutra su esperanza, que les proteja su fe y se alimenten con la oración. Cuando logren hacer contacto con el Creador, sus vidas generarán amor, esperanza y fe. Aprenderán que tener contacto con Dios es “Un seguro para la vida, y un pasaporte para la eternidad”.

Eduquemos a nuestros hijos buscando forjar su carácter; educar para la libertad significa educar para el amor. Su formación será integral cuando logremos abarcar su mente, su voluntad y su corazón. Seamos generadores de esperanza, pues bien decía el sacerdote español José Luis Martín Descalzo: “No basta con despertar la esperanza en el interior de la mente en nuestros hijos; es necesario cruzar juntos el umbral de la esperanza”.

Seamos padres de tiempo completo, y tengamos siempre presente que: “Un pensamiento genera una acción; una acción conduce a una costumbre; una costumbre forma un hábito; un hábito hace un destino, y un destino cambia el mundo”.

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