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A raíz de la relectura del cuento “Por un bistec”, que narra una pelea boxística donde el hambre y la supervivencia están en juego, me avoqué a leer algunos libros del narrador norteamericano Jack London que tenía pendientes: “El silencio blanco y otros cuentos” (Alianza Editorial, 1979) y “Ley de vida y otras historias” (Mestas, 2002). Y es que la biografía del autor nacido en 1916 en San Francisco, California, es suficiente para llenar una extensa novela con las peripecias de un luchador vitalista que, contra todo pronóstico, se hizo a sí mismo sorteando toda clase de aventuras y avatares existenciales.

Jack London es universalmente conocido por novelas como “Colmillo blanco” y “La llamada de la selva”, pero tuvo también una amplia producción cuentística en donde alcanzó sus mayores cotas de calidad literaria. London se siente a sus anchas en el relato, pues su prosa es diáfana y fluida, siempre evitando cualquier artificio literario o un lenguaje demasiado elaborado. En cambio, sus textos dentro de géneros breves se caracterizan por su franqueza y por descripciones precisas y contundentes en situaciones límite donde casi siempre habitan sus personajes.

Ya sea en los mares del sur o en Alaska, sus protagonistas por lo general se ven enfrentados a la inconmensurable naturaleza, que se muestra con toda su vastedad, poniendo a prueba la voluntad o el ingenio del ser humano. Pero incluso va más allá al dar cuenta de que, a pesar de sortear con estos recursos, el hombre puede ser víctima de elementos fuera de su control, con giros dramáticos y desenlaces que subrayan el carácter irónico de la fortuna.

Su propia vida disipada y sus vagabundeos por todo el globo le dieron el conocimiento empírico para dotar sus escritos de una atmósfera y una estructura enclavadas dentro del realismo, provocando que la penetración psicológica dentro de la corriente de pensamiento de sus narradores fuera no solo creíble, sino subyugante. Al leer a Jack London uno siente cada golpe en una pelea de box, el entumecimiento de las extremidades al estar 50 grados bajo cero o, incluso, sentir de cerca la muerte al estar en medio de un tifón asiático.

Más sorprendente aún es que London, de formación autodidacta y con educación formal truncada, pudiera salir adelante, a pesar de múltiples trabajos de la más baja ralea, para alcanzar la gloria de la literatura habiendo escrito alrededor de 200 relatos durante 23 años de oficio. También cultivó géneros de no ficción, como memorias, crónicas y ensayos impregnados de su filosofía personal cercana al socialismo. En especial, sobresale su impresionante cuerpo de obra, que dejó escuela en varios escritores de distintas épocas, desde la “Generación perdida” de Hemingway a los Beatniks de Kerouac, todos están en deuda con ese viejo lobo de afilado colmillo narrativo, un escritor vitalista llamado Jack London.

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