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Medio siglo en el teatro cumplió Paco Marín en el Peón Contreras, y vaya manera de celebrarlo: dirigiendo el montaje de “Salomé”, de Oscar Wilde, en el máximo recinto cultural de Yucatán. Las tres funciones programadas finalizaron el jueves 16 de mayo, ante un público que inundó de aplausos el viejo teatro estilo italiano al finalizar la representación.

La penumbra de la sala se resquebrajó con la luz de las antorchas portadas por los soldados que, acompañados de un joven sirio y el paje de Herodías, vaticinan la tragedia bíblica por todos conocida. Asumiendo posiciones con tintes homoeróticos y cercanas a la danza contemporánea, estos dieron paso a la joven princesa de Judea: la sensual Salomé. El drama, más cercano a la poesía lírica que a la dramaturgia teatral, nos cuenta esta historia donde el deseo, la pasión y los caprichos del poder enmarcan el desenlace del profeta Iokanaan (Juan el Bautista).

La escenografía, compuesta por cortinas y cubos de madera que conformaron una especie de terraza escalonada, fue más que suficiente para que el drama aconteciera. Salomé, prendada del profeta mantenido en cautiverio por el tetrarca Herodes Antipas, le pide un beso pero ésta es rechazada. Para él, sólo existe la castidad y el amor por aquel que habrá de venir, el hijo de Dios, el hijo del hombre. Este doloroso desaire precipita el desenlace, donde ella pierde su dignidad y donde el otro perderá la cabeza, todo a cambio de una danza de los siete velos pletórica de lujuria y deseos de venganza, tanto por su honor como el de su madre, Herodias.

Este drama en un solo acto resultó en una puesta sobria y elegante. La disposición espacial y el trazo escénico se notaron cuidadosamente desplegados. Es de resaltar la iluminación y el diseño sonoro, así como el vestuario, ya que en su conjunto nos remitió a una búsqueda estética cercana a los claroscuros de Caravaggio, pues incluso el personaje de Herodes con su corona de rosas me recordó al cuadro El joven Baco.

El ensamble actoral fue muestra de equilibrio entre actores experimentados y nuevos talentos que sobre las tablas nos entregaron en bandeja de plata un teatro de singular belleza pictórica. A pesar de su breve temporada, el montaje tiene aspiraciones de altos vuelos. Ojalá se vuelva a representar pronto. ¡Albricias…!

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