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¿Dios es invisible? Esta pregunta la he tenido presente toda mi vida, y cada día he encontrado la respuesta, en cada instante de mi existencia. A Dios lo puedes sentir, pero no lo puedes tocar. Es como la pantalla de un cine, no la ves, pero está ahí. Él siempre está contigo, aunque no lo quieras ver, está ahí. Es como tu nariz, va donde tú vayas, y hagas lo que hagas, está delante de ti, pero no lo ves.

Tienes dudas y quieres saber más de Dios, en lugar de buscar el sabor de Dios. “El río fluye ante tus ojos, mientras tú te estás muriendo de sed. Pero insistes en tener una definición del agua. ¿Por qué?, porque estás convencido de que no vas a satisfacer tu sed hasta no tener la fórmula correcta del agua”.

¿De qué le sirve un saco de diamantes en un desierto a un hombre que está muriendo de hambre? ¿De qué te sirve tu sabiduría si no la aplicas en tu vida? Tratas de llenar tu vida con falsos apostolados, y leer y leer, y no sabes nada.

El falso servicio puede llegar a matar. Como la anécdota del mono que trató de salvar al pescado sacándolo del agua y lo puso en la rama del árbol. Crees ayudar, pero primero ayúdate a ti mismo y empieza a vivir tu vida. Empieza a hacer lo que te gusta y sabes hacer. Si fracasas, es oportunidad de volver a empezar y con más inteligencia.

No se te olvide: El dinero va y viene, la familia siempre está. Felicidad no es tener más, sino desear menos. Y nadie está contento con lo que tiene, hasta que está en paz con lo que es. Al vaciarnos de nosotros mismos, nos llenamos de Dios. Porque el único cambio aceptable es el que viene al aceptarse a sí mismo.

Esta Cuaresma Dios está presente en cada momento e instante de nuestra vida. Él desea llegar a tu corazón y que seas feliz. Él nos ha dado tanto, y nosotros no le hemos agradecido nada. Nos ha dado la vida, la familia, la salud, y tantas cosas que a diario nos regala para nuestra felicidad. Pero somos ingratos por naturaleza.

Compartamos el amor de Cristo y seamos promotores de su amor. Empecemos hoy mismo amando a nuestros padres, ellos están esperando ese amor para calentar sus almas entumecidas por la frialdad de la falta de cariño, afecto y compañía. Compartamos el amor de Jesús con nuestra pareja, ella está esperando sentirse querida, no quiere saberse querida. Y ese amor lo podremos transmitir a nuestros hijos y hermanos, que también tienen sed de nosotros y desean saciar sus almas con nuestro afecto, cariño y comprensión.

No olvidemos que en esta Cuaresma: Dios está a nuestro lado para consolarnos en nuestras tristezas, aconsejarnos en nuestras dudas, animarnos en nuestros desalientos, darnos fuerzas en nuestras luchas, y para enseñarnos a amar.

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