|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Todos los días de nuestra vida debemos de estar dispuestos a aceptar lo que la vida nos depara, y a tener en los labios y en el alma el perdón para sanar y así poder tener una vida plena de autentica felicidad. Es muy fácil pedir el perdón, pero ¡qué difícil es darlo!, y no entendemos que el que acepta gana, y el que perdona sana.

Qué sano es ver a las parejas que aceptan y perdonan a su cónyuge cuando lo despidieron de su trabajo, en el que era cumplidor y buen trabajador, y ella no le está restregando en la cara, noche y día, que se quedó sin empleo. Qué noble y qué forma de manifestar su amor cuando la esposa lo apoya, lo estimula y no le pierde la confianza, pues un hombre se siente fracasado solo cuando su pareja considera que él ha fracasado.

Dios se manifiesta en la pareja, cuando la esposa, por su embarazo o por una enfermedad, su esposo la acepta así como quedó “poco atractiva” en esos meses de gestación, y cuando fue menos bella en la cama por esa larga enfermedad, pero él la siguió queriendo y siguió siéndole fiel. Los años y las enfermedades deben de reafirmar el amor, pues el amor en el matrimonio debe de ser como esos vinos muy caros: el tiempo los hace madurar y los vuelve más sabrosos.

Los esposos lo aceptaron y se perdonaron cuando nació “ese niño”, de los que nunca dejan de ser niños, y tanto él como ella continuaron en su matrimonio sin echarse la culpa uno al otro, ni se amargaron la vida. Aceptaron al retoño de su amor, que resultó ser un niño Dawn, o una niña con parálisis infantil, y lo cobijaron con su amor. Pues este niño les va a dar su amor duplicado por toda su vida, porque permanecerá al lado de ellos y nunca dejará de ser el niño de papá y mamá.

Qué difícil resulta aceptar a la familia de nuestra pareja. Pero qué increíble es cuando él perdona a su cónyuge y la acepta cuando su familia se mete más de la cuenta en los asuntos que solo a ellos les corresponde solucionar; cuando triunfa el diálogo y persevera el respeto, con un sostenido amor, al estar en lucha por que la suegra o los cuñados no los logren dividir.

El matrimonio es de casados: “casa para dos”. No deben de entrar las opiniones de parientes ni de amigos, y menos de los compadres.

La palabra aceptación es clave cuando en el matrimonio se comprueba que no es tan fácil eso de “plena satisfacción sexual”, y encontramos también otras alegrías. “El afrodisíaco más cumplidor no es la pastilla azul, no es el marisco, ¡es el amor!”. Sin embargo, en nuestro matrimonio aquello de lo que no queremos hablar es lo más importante para hablarlo hoy y ahora.

Nuestra relación de pareja tiene que ser sazonada con el perdón y la aceptación, porque en el transcurrir de los años y vivir juntos vemos que día a día se palpa lo diferente que es el otro, y nos damos cuenta que ya no es el novio o la novia... y lo aceptamos con alegría, respeto y con el perdón de Dios, para mejorar la conducta de ambos.

Será nuestro matrimonio un cielo anticipado si le agregamos todos los días esta fórmula mágica: “aceptación y perdón”. Aceptando para ver sus grandes cualidades, y perdonando para que se nos perdone, en volver a nacer cada día en el amor de Dios.

Porque la verdadera felicidad en el matrimonio es: “hacer feliz a la persona amada”.

Lo más leído

skeleton





skeleton