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La Columna Viernes Cultural y El Transcriptor, con sendos espressos dobles, servidos en tazas de porcelana china, de las dinastías de Shang y Zhou, conversan acerca de uno de los principales males de la República: la corrupción, que dicen, es de añeja data.

El profeta mayor de Israel, Isaías, ya señalaba que “el que camina en justicia y habla lo recto, el que sacude sus manos para no recibir cohecho, éste habitará en las alturas”, y en el Deuteronomio se lee que “el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos”.

Estoy leyendo, informa el erotómano de su vida, una novela sobre la aventura mexicana de Alexander von Humboldt, “Saberes y delirios”, del historiador José N. Iturriaga, en el que el polímata alemán observó el problema en México durante su visita a inicios del siglo XIX, al señalar que “no pocas veces los cargos se otorgan a peninsulares contra un oculto pago pecuniario”, y había leído a Francisco de Seijas y Lobera que denunciaba “que hasta los virreinatos se vendían”, y que los virreyes, “para reponerse, vendían los cargos públicos”.

Este podría ser, especula, el antecedente más remoto de la compra-venta de plazas que se asegura es un gran negocio de la disidencia sindical magisterial y de alguno que otro funcionario educativo, que procuró erradicar la Reforma Educativa de 2013, y que la de hoy, se dice, está “entre azul y buenas noches”, por aquello de que ahora se admitirá y promoverá a los docentes mediante indeterminados “procesos de selección”.

También ha leído el estudio “México: Anatomía de la corrupción, segunda edición”, de María Amparo Casar, que tiene a la corrupción en segundo lugar como uno de los más serios problemas del país, en primer lugar la inseguridad y la delincuencia.

Leyó, el Día del Maestro, un reporte periodístico que enfatiza que, de acuerdo con un estudio del centro de análisis “México Evalúa”, “el gran enemigo de los maestros es la corrupción”, y denuncia a “9 mil comisionados sindicales y 100 mil aviadores”, que perjudican el presupuesto educativo; afirma que “al menos dos mil 529 millones de pesos destinados a la educación presentan irregularidades año tras año en México”.

Otro flagelo social es la impunidad, diserta el también prócer de los viernes: “México es el cuarto país más impune a nivel global, con una calificación de 69.21 puntos está a la cabeza en América”, según el Índice Global de Impunidad México 2018.

A 500 años de la conquista, la corrupción sigue caminando, despreocupada y campante, no obstante los desvelos del líder de la 4T, quien diagnostica que ahora debe ser considerada como una enfermedad, y a los corruptos hay que darles terapias. En conclusión, finaliza parodiando el eslogan del “último presidente revolucionario” de México, “la corrupción somos todos”.

Aquí, la querida de los viernes pinta su raya y exclama: yo no soy corrupta, no necesito terapia.

Aunque, por supuesto, ante miles de fotos de Diego Rivera, en tamaño billete, cualquiera sucumbe.
De nada… Saludos…

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