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Se ha abierto un pequeño espacio de discusión ante la pretensión moralina de la 4T en el sentido de endosarnos una “Constitución Moral”, que está condenada al fracaso, cuando hay otros asuntos apremiantes en qué dedicar nuestra atención, coinciden La Columna Viernes Cultural y El Transcriptor, ante la lectura de la información periodística: “El gobierno federal no se detendrá con la elaboración de la Constitución Moral, según señalamiento de uno de los colaboradores para el diseño de esta nueva guía de valores”.

Es casi una locura, que se inició con la reedición de la “Cartilla Moral”, del escritor Alfonso Reyes, que, según el líder de Morena, “tiene la finalidad de promover una forma de vivir sustentada en el amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza, a la patria y a la humanidad”. En pocas palabras, es la República amorosa de la 4T, revelada en ese documento del siglo pasado, que será difundido por algunas iglesias nacionales.

Algunos entienden que eso de la “Constitución Moral” es un ardid para tratar de convocar a un nuevo congreso constituyente que despacharía una nueva Constitución Política para los Estados Unidos Mexicanos, que sustituiría a la centenaria de 1917. La sociedad no se dejaría engañar, aunque a algunos de sus miembros se les tilde de “fifís” o “neoliberales trasnochados”. Ya lo dijo el clásico, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”.

La socióloga e investigadora Sara Sefchovich, en un recomendable artículo periodístico, “No a una Constitución Moral” (portal de revista Nexos, 1 de julio de 2019), enfatiza que “no podemos y no debemos tener una Constitución Moral, porque esto no cabe en un país en el que vivimos grupos y personas muy diferentes, ni cabe en un país en el que nuestras leyes consagran el Estado laico, el respeto a los derechos humanos, la libertad de religión y de expresión así como la diversidad sexual, cultural, étnica y social”.

Agrega que “sobre todo porque nadie tiene derecho, incluido el gobierno, de convertir sus puntos de vista, ideas y valores en un deber para todos los demás. Al gobierno los ciudadanos lo pusimos ahí para ocuparse de las cuestiones públicas que nos afectan como sociedad. Éste es su mandato y no otro. Y no es cosa de que cada gobierno en turno pueda decidir disminuir sus obligaciones ni tampoco ampliar sus facultades como quiere hacerse en este caso, llevándolas hasta un ámbito que no es de su competencia, como es el de la moral”.

Los queridos de los viernes se declaran en estado de alerta por el asunto de la “Constitución Moral”, y se retiran a beber sus espressos dobles, recordando la trascendental e imperecedera frase del cacique y filósofo potosino, prototipo de los tiempos del partido único y hegemónico del pasado, y que se la dedican a los partidarios de los afanes moralinos de nuestros tiempos:

- “La moral es un árbol que da moras”.

De nada… Saludos…

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