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Tristes, beben sus espressos dobles, servidos, por supuesto, en tazas de porcelana china, de las dinastías de Shang y Zhou, en recuerdo, uno de Morrison y otro de Camilleri.

Morrison fue Premio Nobel de Literatura en 1993, la primera mujer negra en recibir la distinción de la Academia Sueca, por “su arte narrativo impregnado de fuerza visionaria y poesía que ofrece una pintura viva de un aspecto esencial de la realidad norteamericana”.

Además, sus novelas “La canción de Salomón” (1977) obtuvo el Premio Nacional de la Crítica, y “Beloved” (1987) el Premio Pulitzer.

Su estilo, descrito por ella misma: “Siempre he buscado producir un impacto poderoso en el lector con lo que escribo. Y con la brevedad como norma hay que ser muy cuidadoso en las descripciones para preservar lo que se desea transmitir. No quiero que la gente se distraiga ni un instante”.

Camilleri es el creador del comisario Salvo Montalbano, protagonista de veintisiete novelas, varias de ellas han sido llevadas a la cinematografía, que pueden disfrutarse hoy en alguna de las redes sociales. La primera fue “La forma del agua” (1994), y la última, será “Riccardino”, novela póstuma que dará fin a la saga de Montalbano.

Su novela “La muerte de Amalia Sacerdote” (“La rizzagliata”) recibió el Premio RBA Novela Policiaca, en 2008.

Camilleri falleció de un paro cardiaco, aunque era fumador, de cigarrillos Philip Morris, “rojos, cajetilla blanda, filtro sencillo”. Al desaparecer la marca, Camilleri protestó ante la empresa cigarrera.

Los queridos de los viernes abren los libros de Morrison y de Camilleri, en señal de reconocimiento a estos dos grandes escritores, de temas y estilos diferentes, pero que dejaron impronta en sus lectores.

Lamentan además que en México siga habiendo pocos lectores. Un dato del Inegi es revelador: “De cada 100 personas, 42 declararon haber leído al menos un libro en los últimos doce meses”. Es decir, podría apuntarse que casi sesenta de cada 100 mexicanos no conocen la belleza y el ingenio de los textos de Morrison y de Camilleri.

Eso los vuelve más tristes, y para aliviarse, piden otros espressos dobles.

De nada… Saludos…

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