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La columna Viernes Cultural y El Transcriptor beben sus espressos dobles, servidos, por supuesto, en tazas de porcelana china, de las dinastías de Shang y Zhou, y leen Milenio Novedades: “Revista internacional destaca cenote oculto de Chichén Itzá”, a ocho metros debajo de la pirámide de Kukulkán.

Con vestimenta de científicos geofísicos, ambos dos se enteran del descubrimiento hecho por colegas de la UNAM en 2015, reafirmado ahora por una afamada revista científica:

“La importancia de este trabajo no solo es la parte arqueológica, interesante para los estudios de la civilización maya (aquí se aparta de la lectura, y murmura a su querida de los viernes: Están hablando de nosotros), sino también por la modalidad tridimensional de tomografía de resistividad eléctrica (ETR-3D por sus siglas en inglés), única en el mundo, desarrollada por investigadores de la Universidad Nacional” (no entiendo ni jota, pero no tiene la menor importancia).

No cabe duda que los mayas de ayer constituyeron una civilización de avanzada, como lo demuestra el imponente Castillo de Chichén Itzá, una de las siete maravillas del mundo moderno y Patrimonio de la Humanidad desde 1988.

Y tú, maya moderno, reclama La columna Viernes Cultural al erotómano de su vida, ¿qué haces para engrandecer a la civilización maya de antaño?, ¿solo te rascas el tuch, pateando tu hamaca, como excelso xmaoficio?

Bueno, tengo en curso unas investigaciones científicas de carácter social, geopolítico y geofísico. Estoy reafirmando también el descubrimiento del hilo negro, la redondez de la tierra en tiempos del medioevo a principios del siglo V, la exactitud del círculo cuadrado perfecto, la respuesta final de la conjetura de los números primos gemelos y el último teorema de Fermat.

¡Pasumecha! Eres un gran científico, aunque no entiendas ni jota de lo que dices.
Pero lo más importante y actual es mi trabajo del relleno o embutido en la Copa D de los exuberantes, maravillosos, sublimes, pródigos, portentosos, gloriosos, perfumados senos, senotes más bien, de mi vecinita, para que pueda retornar a su casa sin que se entere su cónyuge de que me permitió disfrutar de “aquellito”, ocho metros debajo de sus narices…

De nada… Saludos…

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