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Los queridos de los viernes revisan su biblioteca universal, y recuerdan que sobre las bibliotecas se ha dicho:

Jorge Luis Borges: “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”. John Ernest Steinbeck: “Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo”.

Jacques Benigne Bossuet: “En Egipto se llamaban las bibliotecas el tesoro de los remedios del alma. En efecto, curábase en ellas de la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás”.Entre sorbos de sus espressos dobles, descubren, a propósito, el libro “El Egipto americano, Testimonio de un viaje a Yucatán”, de Channing Arnold y Frederick J. Tabor Frost.

Pero la joya de la bibliografía yucateca es la versión y notas del notable escritor Roldán Peniche Barrera, editado hace ocho años.

La obra contiene una “muchedumbre de calificativos injuriosos que nos endilgan” a los yucatecos. Molesta, La Columna Viernes Cultural relaciona algunos “para curiosidad del lector”:Holgazanes, codiciosos, negligentes, hipócritas, sucios en algunos aspectos, corruptos, venales, ignorantes, salvajes (“rascándolos un poco nos encontramos con el salvaje”), advenedizos, estúpidos, indignos de confianza, “adoradores fálicos”.

Sibaritas, mezquinos, groseros, vulgares, glotones, mujeriegos, borrachos (“no piensan sino en su comida, sus mujeres y sus tragos”), jugadores (“a todos apasionan los juegos de azar”), desagradables, crueles con los animales.

La Columna Viernes Cultural acusa que El Transcriptor se identifica con uno: “Mujeriegos”.
El erotómano de su vida enmudece y no dice nada. Se aplica, entonces, la sentencia que afirma que “el que calla, otorga…”.
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De nada… Saludos… 

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