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Recordando parte del poema que dice “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, del ilustre Antonio Machado, describiremos, con base en la percepción, los registros que la sociedad ha venido dejando en el presente y por supuesto para el futuro.

Se dice de las huellas que son la marca o señal que visiblemente se nota en aquello que con firmeza se imprime de una u otra forma. Pero esa marca o señal no es aquella material que solo se imprime, también lo es la que se siembra en las emociones humanas.

Dada tal descripción, tenemos que los alcances de las impresiones abarcan tanto lo material como lo emocional, eso significa que lo que se construye queda como una señal y lo que se siembra como un recuerdo.

La obra material del siglo seguramente será la inteligencia artificial, ya que esta huella material se convertirá en algo que se trasladará por el tiempo como una gran expresión de la sabiduría humana.

Cada etapa de la historia humana tiene una huella material, no queda fuera la emocional, es así como tenemos entre aquellos casos materiales algunos de gran trascendencia: la energía eléctrica, la telefonía y algunas más, pero también los casos emocionales, como la segregación racial, los genocidios y los dos holocaustos.

Dada la descripción de las huellas que en el transcurso del tiempo han quedado, toca el turno de comentar acerca de las que a partir de ahora parece quedarán.

Hablábamos de la que será de mayor importancia en el ámbito material, la inteligencia artificial, cosa de alta trascendencia, que llegará a sustituir y suplir hasta la posibilidad de pensar, en virtud de que tendremos quien lo haga por nosotros.

Sin demeritar la importancia de tal descubrimiento, resulta importante para la reflexión que los avances tecnológicos que existen hasta hoy han mermado hasta cierto punto las aptitudes y capacidades físico biológicas del ser humano; solo me preguntaré qué sucederá cuando la sustitución de pensar ya sea posible.

Pero ahora es tiempo de hablar de la huella emocional; aclarada la material, reflexionaremos en relación con lo que ya representa.

Mucho se dice del daño a la naturaleza, a las especies animales y vegetales, sin duda ya son huella, pero también tenemos una emocional y hoy lo es la apatía y falta de apoyo al prójimo.

La destrucción de la convivencia humana a través de la apatía toma con mayor fuerza una vía de crecimiento, la práctica cotidiana de construir los individualismos en todas las esferas provoca claramente el distanciamiento social; no queda duda de que se convierte en un serio aspirante a convertirse en la huella emocional del siglo.

Ante los escenarios escritos valdría la pena preguntarnos si realmente nos interesa dejar ese tipo de huellas.

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