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Tal parece que la definición de la palabra que hoy ocupa estas líneas tendría que adaptarse a los nuevos tiempos de la convivencia social o luchar por mantener la descripción contenida en el diccionario de la Real Academia Española, misma institución que define la realidad como la existencia real y efectiva de algo.

Allí es donde entran la información, la comunicación, los medios y por supuesto la participación de aquellos que hacen visible un hecho. Ya en otra oportunidad abordamos el tema de la velocidad con la que se mueve la información, esto tiene implicaciones directas con aquello que sucede en la convivencia social. Hablar de aquellos hechos que tienen por su naturaleza un impacto en la sociedad obliga a quien difunde información a convertirse en un instrumento objetivo de los hechos.

Hablar de un hecho amerita la congruencia de aquel que verbaliza su existencia y exige que haga una descripción pormenorizada del suceso y que vaya acompañada de elementos objetivos y tangibles que fortalezcan la efectividad de su existencia.

En los últimos días, como ya es costumbre, se han llenado espacios que deberían ser ocupados por información con datos de desinformación, alegando o argumentando quien los llena que la información oficial no existe; en otras palabras, la desinformación se apodera del espacio que debería ocupar la información, pero aquello no solo es responsabilidad del medio, la persona o la autoridad, también lo es de la sociedad.

Sin duda, hay excepciones que han contribuido al bien informar, desafortunadamente son las menos; el papel de la sociedad en temas de la comunicación es trascendental en la forma que se comunican los hechos; allí tenemos lo de los desafortunados sucesos acontecidos en Sinaloa, éste fue un ejemplo del bien informar social, si no hubiesen dado a conocer los acontecimientos la realidad hubiere sido otra.

Es así como socialmente hemos venido cambiando la existencia real y efectiva de algo, para el caso, de los sucesos, aquellas cosas que provocamos de nuestra convivencia, aun no siendo las que deseamos, como las que se entrelazan con asuntos ejecutados por aquellos dedicados a lo prohibido, lo ilícito para acabar pronto, ya que, aun no queriendo o queriendo estar inmiscuidos, nos damos cuenta de que en una hecatombe social desafortunada nuestra comunicación debe estar centrada en la finalidad de no alejarnos de la existencia real y efectiva de algo, nunca llevar lo que comunicamos a lo más lejano a la verdad.

Construir un camino por el que solo llegaremos a lo irreal e inexistente nos pone de frente a la verdad cuando ésta aparezca, ya que también, en los últimos días, la realidad está superando a los hechos.

Valen la pena la paz y la armonía de las que gozamos ¿O contribuimos a generar realidades endebles cuando comunicamos?

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