Injusticia
El poder de la pluma
El C.D. Felipe Hernández de la Cruz me ha enviado una carta solicitándome dé a conocer lo que considera un verdadero atropello a sus derechos laborales como profesor en el Colegio de Bachilleres en el Plantel Chenkú de esta ciudad. Le he dado cabida porque, según mi opinión, la inconformidad del docente de Biología y de Higiene y Salud Comunitaria se configura con una verdadera falta de tacto de las autoridades académicas de esa institución educativa.
Este docente, por cierto de muy buenas credenciales, da sus clases en una silla de ruedas que utiliza para desplazarse en el plantel, ya que sufre una severa secuela de poliomielitis que lo atacó en su infancia. Para acudir de su casa a su centro de trabajo por lo general utiliza taxis, lo que resulta bastante oneroso. “Hoy me he enterado de que me disminuyeron mi carga laboral en cuatro horas, lo que significa dejar de ganar aproximadamente mil cien pesos mensuales”, me dice en su misiva. La razón por la cual las autoridades del Colegio de Bachilleres han fincado el agravio es que “son horas de contrato” y el docente afirma que tiene catorce horas de contrato ejercidas durante más de diez años. El total de horas del maestro Felipe Hernández es de 26, doce de ellas las obtuvo por la evaluación de permanencia laboral, herramienta utilizada en la anterior administración.
Según expresa el docente, el cierre de dos grupos del turno vespertino, debido a los altos números de reprobados, debería ser responsabilidad de los docentes de ese turno, ya que el turno matutino, en el que labora actualmente, no se encuentra en la situación de cierre de grupos.
Estoy segura de que las autoridades del Cobay no están enteradas de la vulnerabilidad física y laboral del mencionado docente; creo que, de conocer la precariedad de su situación, hubieran tomado otra decisión que no menoscabe el derecho a una vida digna de este maestro.
Es de sobra conocida la situación de los maestros del Colegio de Bachilleres, sus salarios se encuentran por debajo de los sueldos por hora que se pagan en otros subsistemas, las violaciones subsecuentes a sus derechos laborales y otros agravios que de ninguna manera alteran la vocación de estos mentores.
Una solución a este problema es reconocer los derechos de las personas vulnerables; en este caso el mencionado maestro no tiene que pagar los platos rotos generados por los maestros en el turno vespertino. Felipe me dice que “se está protegiendo a docentes de 20 y 30 horas de base, y que además se pintan del color del cielo”. Aquí corresponde a las autoridades decir lo contrario devolviéndole las horas que le corresponden por su propio derecho.