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Hace ya varias lunas escribí sobre los libros prohibidos en el país y mencioné en esa contribución el libro de Oscar Lewis “Los Hijos de Sánchez” por tratarse de una de las últimas obras censuradas por los gobiernos posrevolucionarios aún vigentes; me quedó la impresión de que, en la actualidad, el conservadurismo fifí y proletarios ilustrados siguen siendo de cimientos firmes y comparten cadenas de unidad, como sucedió en 1964, cuando la publicación en español de esta obra levantó la ira de los seres urbanos que se sentían agredidos porque exhibía el músculo de la pobreza y el machismo asentado en una tradición moral basada en la unidad espiritual y cultural.

Lewis tuvo la osadía de realizar sus estudios etnográficos en el mismo corazón de Chilagolandia, ahí en Tepito, en donde el tiempo no transcurre; su objeto de estudio fue una familia pobre formada por un padre-madre y cuatro hermanos huérfanos. La pobreza, la violencia doméstica, el abuso de género, el machismo en su máxima expresión, la identidad colectiva basada en la clase social y la religiosidad con su moral aceda y anacrónica fueron tan impactantes que muchos intelectuales nacionales dijeron que Lewis había inventado todo lo escrito en su ensayo.

La pobreza narrada por Lewis contrastaba con la opulencia de los conservadores con pensamiento hispánico, pero no de la ideología republicana sino de la franquista, como ejemplo de progreso y de unidad nacional. La exhibición de la cultura de la pobreza urbana empaña el espejo de la modernización del país, el milagro mexicano en vía de desarrollo, y surge la protesta mediática en contra de la editorial Fondo de Cultura Económica, dirigida por el izquierdista Arnaldo Orfila, nacido en México pero de padres argentinos. Fue acusado de comunista argentino y otras linduras por parte de los ideólogos conservadores de abolengos y apellidos de pueblo.

¿Los mexicanos de Díaz Ordaz han cambiado en su ideología y cultura en esta modernidad de la transformación nacional? Me pregunto, no sé cuántos comulguen conmigo, pero sí existe la pobreza y sus manifestaciones siguen siendo las mismas. Y algunas son expuestas en formas exacerbadas. La pobreza no es una situación social, es resultado de condiciones sociales que se mueven por la falta de oportunidades e igualdad en el desarrollo de competencias educativas. Si Lewis moviera sus tiempos, y estudiara una comunidad rural o urbana encontraría hoy que el efecto de Chilagolandia se ha extendido por todo el territorio nacional. Pobreza y religiosidad fundamentalista hacen un mondongo difícil de no probar, porque a muchos les gusta tener a la mano a esta población que por su misma condición sólo espera la dádiva económica para pagarla con réditos en una urna electoral. Si cuenta con tiempo, es bueno leer Los Hijos de Sánchez, lo virulento sería encontrar su retrato en la lectura.

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