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Hay ideas de López Obrador con las que no se puede estar en desacuerdo, otra cosa son las formas como pretende realizarlas. Tal es el caso del programa Jóvenes construyendo el futuro, del establecimiento de nuevas universidades, de la edición de libros baratos y de la cancelación de subvenciones a guarderías privadas.

No sería sensato oponerse a que más de dos millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan puedan hacerlo, a que todos los bachilleres puedan estudiar una carrera, a que cualquiera pueda comprar un libro, o que el dinero que el gobierno gasta en guarderías beneficie realmente a los hijos de trabajadores; sin embargo, la manera específica como el gobierno pretende alcanzar estas metas no puede tener éxito.

Tanto las becas temporales para jóvenes aprendices, como la elevación masiva de la matrícula universitaria, si tuvieran éxito, generarían un rápido aumento en la oferta de mano de obra calificada.

El problema es que ese aumento de oferta no generaría un crecimiento de la demanda respectiva. Es decir, si una empresa contrata, por poner un ejemplo, a 100 técnicos telefonistas al año, la disponibilidad de una mayor oferta de éstos no significará que vaya a necesitar contratar a más. Lo mismo ocurrirá con ingenieros, médicos, agrónomos o literatos.

Que las 100 nuevas universidades de Andrés lancen al mercado anualmente a miles de estos profesionales no significará que el mercado aumente sus contrataciones.

En principio, este incremento masivo en la oferta laboral solo representará un aumento en el desempleo de especialistas. Pero los efectos irán más lejos.

En tanto que la demanda de esta mano de obra no variará mucho, pues su aumento está amarrado al crecimiento de la economía, el incremento de la oferta significará una disminución de su precio de mercado.

Es decir, no habrá más especialistas con trabajo, pero los que lo obtengan cobrarán menos por él. El efecto logrado será diametralmente opuesto al planteado por el gobierno, favoreciendo la acumulación de riqueza por el capital y reduciendo lo que de ésta corresponde al trabajo.

En el caso de los libros, la apuesta es la misma, aumentar la oferta. Pero la oferta de libros tampoco estimulará la demanda, de forma que los lectores de siempre obtendrán un beneficio de los bajos precios, lo cual está bien, pero no aumentarán los lectores.

En cuanto a las guarderías, la idea de dispersar el presupuesto de éstas, entregándole $800 mensuales a los padres involucrados, es exactamente lo contrario a la sinergia recomendada por la economía: reunir recursos dispersos para disponer, en este caso, de servicios imposibles de obtener individualmente.

Un gobierno requiere de buenas intenciones, pero éstas por sí mismas no son mejores que las malas.

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