La metáfora del padre
Aída López: La metáfora del padre.
Cada ser humano tiene un padre, ya sea real, imaginario o simbólico, una imagen indispensable para pasar de ser el objeto del deseo de la madre a un individuo capaz de alcanzar el pleno desarrollo para conformar la propia familia humana, diferente a la biológica, encausada únicamente para satisfacer los cuidados básicos; al menos eso sostiene la teoría lacaniana acerca del padre (real, imaginario o simbólico) como disruptor del deseo de la madre hacia el hijo, el cual sirve para “distraer” la mirada de la madre hacia el falo (la metáfora paterna) como significante y liberarlo como sujeto ya no como objeto de goce. El personaje que retomó Freud de la tragedia de Sófocles con el cual creo toda una teoría, piedra angular del psicoanálisis, no sería posible sin el padre, ya que sin este no hay Edipo (pies hinchados), incluso Lacan retomóla teoría freudiana para distinguir tres tiempos del Edipo que culmina con la aparición física del padre. Quienes se quedan estacionados en el primer momento edípico (cuando el niño descubre que mamá tiene otro deseo distinto a él) serán a la postre personalidades delirantes, fetichistas, travestistas, entre otras fijaciones y trastornos.
Si retomamos el principio de deber o Súper YO el cual se regula con la figura paterna y que sirve para inhibir el ELLO o ID regido por el principio de placer, con la finalidad de alcanzar la perfección, entonces cobra relevancia la actitud paterna en la configuración de la personalidad del niño, quien se auxilia de fantasías y recuerdos para interpretar el afecto de su progenitor. Esto para reflexionar acerca de la literatura contemporánea con el tópico de la relación paterno filial. Si bien es un tema abordado por el arte desde antaño, basta recordar la pintura de Goya donde Cronos o Saturno, devora a sus hijos o el mismo Edipo Rey en el teatro, es en la Literatura donde hay mucha tela de donde cortar con una variedad de personajes ficticios como los de Rabelais con Gargantúa y Pantagruel o reales como el padre de Kafka, a quien le escribe una dolorosa carta.
Autores vivos no sueltan el tema y han sentado al padre en el banquillo de los acusados para el ajuste de cuentas. El último libro en este tenor es “La figura del mundo. El orden secreto de las cosas” de Juan Villoro, quien en una de las entrevistas reveló que al tomar distancia para escribir de su padre (un hombre de ideas y no de afectos) una vez que sus heridas cicatrizaron, se autodescubrió plasmando la visión de su mamá (psicoanalista yucateca) y por eso decidió dedicarle el libro a ella y cederle la última palabra.
Desde la óptica del psicoanálisis donde se habla de “matar al padre” para alcanzar la individuación, quizá sea liberador, pero también injusto, saber que estén o no estén en la vida de sus hijos, igual estos encontrarán figuras compensatorias que los ayuden a tener un desarrollo emocional sano y funcional.