Recordando a Ana Frank

Reflexiones, columna de Hortensia Rivera Baños: Recordando a Ana Frank.

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Parece que fue ayer que Ana Frank escribió en su enclaustro, un diario donde narraba los días que pasaban, ella y su familia, ocultándose de la guerra que cernía a su alrededor muerte y destrucción.

Una adolescente que soñaba con ser escritora y se convirtió -sin saberlo- en la narradora de la más grande tragedia de la humanidad. Es lamentable que el bucle del tiempo nos alcance. Al parecer no aprendimos nada y ahora en lo único que se piensa, es en la violencia en todas sus manifestaciones y de la mano de líderes mundiales.

Los años nos han puesto las lecciones y nosotros hemos puesto las equivocaciones. Seguimos caminando en la ignorancia, la mezquindad, la ira que conduce a la violencia como oxígeno inevitable del respirar diario.

Cada día nacen cientos de niños, inocentes en su naturaleza de vida, podría pensarse que están destinados a ser el futuro de su familia, la estirpe que continúe el legado. Pero en este planeta tan lleno de discrepancia, los más inocentes están destinados al sufrimiento, al abandono, y a seguir el camino dictado por la sociedad.

Dios nos otorgó el poder más grande que hay en el universo, el amor, y bueno, a nosotros se nos ha hecho fácil desdeñar ese poder, es más fácil odiar y alimentar a los egos subversivos.

Mientras no nos desnudemos frente al espejo de la vida y aprendamos de nuestros errores, y sigamos firmes en la costumbre de odiar, mientras le demos la espalda al sufrimiento ajeno, mientras le sigamos dando consentimiento al líder tirano de manejar nuestras vidas, y continuemos esperando un cambio, en lugar de ser nosotros los que generemos ese cambio, seguirán existiendo fronteras -no solo geográficas, si no del alma-, no habrá lugar en esta tierra que nos garantice la paz.

Todos formamos parte de este hermoso planeta, lo que ocurre al otro lado del mundo ocurre en este lado del corazón, comencemos a cambiar al mundo, nuestro mundo, los pequeños actos de amor en la vida tienen poder transformador. Si no puedo cruzar el océano para apoyar al hermano, puedo cruzar la calle para apoyar a la vecina que está sola. Por cada acto de amor en esta tierra la vida se transfigura.

Somos más los que queremos el bien, cambiemos por nuestros hijos, por nuestros padres, por los abuelos. No podemos caminar en la nube del futuro -es imposible- contribuyamos para el bien común en el aquí y el ahora, el presente es el único tiempo existente, aprendamos del pasado y naveguemos con la bandera transformadora del amor.

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