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Es muy común escuchar personas a nuestro alrededor quejándose de todo y de todos, ¿alguna vez nos hemos percatado de que caemos en este mismo vicio?, ¿nos damos cuenta de qué nos quejamos cada día? Podríamos decir que para nada, pero si nos fijamos bien y vamos recordando nuestras expresiones cotidianas, es posible que nos demos cuenta de que las quejas forman parte de nuestra vida diaria.

Somos dados a quejamos del tiempo, de los precios, del jefe, del trabajo, de la pareja, de los hijos, la familia, la escuela, los maestros, de nuestros empleados, de la casa, del tráfico, de nuestro vehículo, de los restaurantes, de los gobernantes, las instituciones, en fin, de todo lo que se cruce por nuestro día.

Si somos sinceros, las personas no queremos vernos cerca de quienes se empeñan en “ver el frijol negro en medio del arroz”, por el contrario, queremos rodearnos de gente que sea positiva y sobre todo proactiva, porque son quienes más nos aportan en el plano humano.

¿Qué es ser proactivo? Pro se refiere a provecho o ventaja, denota lo favorable y cuando decimos “en pro” queremos decir a favor; si lo acompañamos de activo, o sea diligente y eficaz, que obra sin dilación, entonces el término nos refiere a aquellas personas que tratan de sacar ventaja de lo que les sucede, no se quedan allí lamentándose de cuanto acontece a su alrededor, antes bien, en lugar de manifestar alguna inconformidad o denunciar cualquier cosa tratan de ofrecer alguna alternativa de solución.

Más de una vez nuestras quejas ni siquiera tienen que ver con acciones que dependen de nosotros, no las podemos cambiar, por lo cual es totalmente inútil quejarse; pero lo que sí ponen de manifiesto es lo irritables o estresados que estamos en diferentes circunstancias, y eso es lo que sí podemos cambiar: nuestra actitud ante los retos que se nos presentan todos los días.

En otras ocasiones nuestras quejas pueden lograr cambiar ciertas situaciones molestas o incómodas si damos el primer paso en aquello que molesta, para ello debemos proponer soluciones que sean asequibles para las partes involucradas, sobre todo si se trata de familia o particulares, tratando de que la soluciones propuestas aporten (un ganar-ganar) para hacerlas atractivas.

Cuando se trata de las instituciones o de los gobernantes, las quejas no resuelven nada si no llegan a oídos de quienes tienen el poder de cambiar las cosas que afectan, para ello la unión hace la fuerza, debemos llevar propuestas de solución directamente a quien puede detonar el cambio con nuestra ayuda.

A veces nos quejamos para buscar simpatía o aprobación y el efecto es realmente contrario, nos convertimos en seres negativos que restamos en lugar de sumar.

Les propongo un reto: ¡Una semana sin emitir ninguna queja! ¿Podremos? Será difícil, pero creemos que valdrá la pena este ejercicio.

Y si nos sorprendemos quejándonos de algo tratemos de que sea la oportunidad para decir algo positivo, así poco a poco nos daremos cuenta de cuánto beneficio trae esta actitud a nuestras vidas y a los que nos rodean.

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