Día Internacional de la Educación: una reflexión

José Ramón Pérez Herrera: Día Internacional de la Educación: una reflexión.

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A lo largo del tiempo, la educación ha ocupado un lugar central en la agenda de las sociedades y de los gobiernos de las naciones. Esto ha implicado la creación de instituciones nacionales y organismos internacionales que velen por los diferentes aspectos relacionados a la educación; así también cientos de pensadores se han volcado a la reflexión y discusión de los diferentes proyectos pedagógicos que han de implementarse en un momento determinado. Ni hablar de los recursos económicos que son invertidos en muchos países para la mejora de sus sistemas educativos. Esto nos habla que la educación es atemporal, por tanto, trasciende épocas, momentos y a las personas mismas.

La relevancia de este asunto plenamente humano ha influido para que cada 24 de enero se celebre el Día Internacional de la Educación, fecha en la que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) invita a toda la comunidad internacional a realizar un ejercicio de profusa reflexión sobre la importancia de procurar que la actividad educativa tenga un papel central en la vida de cada sociedad. Este año, la ONU lo celebra bajo el lema “Invertir en las personas, priorizar la educación”, para mantener “una fuerte movilización política en torno a la educación”, con la finalidad de que la educación sea el motor para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que permita combatir las desigualdades sociales producto de los conflictos bélicos y la recesión económica.

Hoy, la educación es entendida como un derecho humano universal, un bien público que ha de ser protegido por todos los miembros de la sociedad. La educación es clave para fomentar una cultura para la paz y promover un desarrollo integral bajo un enfoque humanista. Por lo tanto, todas y todos los que laboramos en la educación enfrentamos múltiples desafíos para procurar las mejores condiciones que propicien en nuestros estudiantados una preparación crítica, humana y empática. Esto implica que las instituciones educativas asuman la alta responsabilidad de asegurar que cuentan con los perfiles idóneos en cada una de sus áreas académicas y administrativas, lo que permita la construcción de modelos pedagógicos que respondan a las necesidades de las y los estudiantes.

En plena convicción con el pensamiento del pedagogo brasileño Paulo Freire, creo en una educación que promueva la ruptura, el cambio, la transformación, que, hoy más que nunca, sea revolucionaria, en el que la integración del individuo a su sociedad sea de manera creativa y hacedora, y no como una simple adaptación a los moldes capitalistas opresores de la libertad. Como escribió en La educación como práctica de la libertad (1967), se requiere de: “una educación que posibilite al hombre para la discusión valiente de su problemática, de su inserción en esta problemática, que lo advierta de los peligros de su tiempo para que, consciente de ellos, gane la fuerza y el valor para luchar”. Ideas que plasmó hace más de cincuenta años, pero que tienen plena vigencia para nuestras realidades actuales.

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