Don Tiburcio Tzacum: autobiografía de un campesino maya
Miguel Güémez Pineda: Don Tiburcio Tzacum: autobiografía de un campesino maya.
Don Tiburcio Tzacum Cab (1911-2012) fue un campesino maya singular que escribió de forma amena sobre su propia vida y la ilustró con una serie de acontecimientos sublimes, pero también adversos: que van desde los tiempos de esclavitud en su natal Bolonchén, sus aventuras amorosas, sus tres matrimonios, su trabajo como chiclero en las selvas de Quintana Roo, la fundación del ejido de Poluacxil, hasta su intención de ser promotor cultural a los 70 años. Hechos que narra en La historia de Tiburcio, libro editado por el antropólogo Christian H. Rasmussen y prologado por la historiadora Alejandra García (Sedeculta, 2015).
Desde pequeño se dedicó a dibujar y esculpir figuras y fantoches de madera. Menciona que sus papás lo criticaban por querer estudiar en vez de trabajar y sus hermanos lo detestaban por ser muy inteligente, aunque solo estudió hasta el tercer grado de primaria.
Llegó con su esposa y sus tres hijos a Tzucacab en 1940, huyendo del azote de las plagas de langosta en Bolonchén, Campeche. En su juventud fue curandero, rezador, peluquero y carpintero. Su primer trabajo en Tzucacab fue como cargador de piedra; ganaba tres pesos diarios y una cuartita de ron. Luego fue chiclero, ardua labor que realizó durante 12 años, pero, sobre todo, fue campesino.
Como dirigente, gestionó y organizó la creación del ejido de Poluacxil en Tzucacab, hechos que documentó e ilustró minuciosamente; sus dibujos son tan valiosos que permiten acercarnos a detalles que quedan fuera de su narrativa. C. Rasmussen rescató fotográficamente esta obra antes de que se perdiera en la década de los 80 y, en 2011, la publica el Instituto de Cultura de Yucatán y el Conaculta. Como pasatiempo, le gustaba cantar y tocar la guitarra; disfrutaba escribir, pintar y dibujar de manera autodidacta. Le gustaba tanto que escribió un manual ilustrado sobre plantas medicinales; también recopiló parte de su inspiración musical en un cancionero con más de 60 composiciones, algunas en lengua maya. Textos escritos en cuadernos escolares de su puño y letra que guardaba en botes de lata.
Su dedicación, su formación y su impulso venían de su familia, de su comunidad y de su espíritu libre y curioso, que lo llevó a ser un autodidacta destacado. Fue ganador de varios certámenes musicales y, durante mucho tiempo, se ganó la vida cantando en las cantinas.
Fue un hombre apasionado del arte y la cultura, a los 70 años se presentó ante la SEP para tomar un curso que le permitiría ser promotor cultural. Con ello daría continuidad a algunas de sus muchas inquietudes y podría apoyar más a su pueblo, y fortalecer su cultura.
Hablar con este legendario campesino era abrir una biblioteca con su sabiduría y, según sus propias palabras, sólo quedó “medio sabio”. Quizá su destino sí encontró otra manera de cumplirse… porque lo que sí es claro, es que el conocimiento, el arte, la escritura, la acción política y hasta el romance, fueron parte de su intenso, imaginativo y largo caminar.
Don Tiburcio falleció a los 101 años en el pueblo de Catmis, municipio de Tzucacab, rodeado de sus hijos, nietos y bisnietos.