El Palacio Cantón, testigo de la historia (I)
Miguel Güémez Pineda: El Palacio Cantón, testigo de la historia (I).
Es el título de esta nueva obra publicada en 2022 en el marco del 111 aniversario del Palacio Cantón y del sexagésimo tercer aniversario del establecimiento del Museo Regional de Antropología de Yucatán en el mismo edificio. Es el más amplio compendio sobre la historia de este emblemático recinto donde desde hace más de seis décadas se han realizado muestras y exposiciones; y ha alojado valiosas colecciones y hallazgos arqueológicos de los mayas que han marcado pauta en el panorama museístico del sureste de México.
En su obra, la historiadora Blanca González Rodríguez deja ver cómo a través del tiempo, la ciudad de Mérida se ha ido transformando. Sus calles y avenidas se han modificado, antiguas casas y edificios públicos se han destruido o demolido; otros se han reconstruido y adaptado a las nuevas necesidades urbanas y comerciales. Afortunadamente, este no ha sido el caso de esta mansión que se conserva casi tal cual fue construida en los primeros años del siglo XX.
A lo largo de los tres capítulos, hace un seguimiento de la larga e intensa vida pública y carrera política del general Francisco Cantón Rosado (1833-1917), lo que equivale a reconstruir la historia regional desde el inicio de la rebelión maya denominada Guerra de Castas hasta la Revolución. Los siguientes capítulos giran en torno al uso privado y al uso público de esta casona. En el segundo, la autora recrea los pormenores de las etapas de su edificación: desde la adquisición del terreno en los albores del siglo XX hasta la conclusión de la casa, pasando por la ilustración detallada de sus ostentosos detalles decorativos que fusionan diversos estilos arquitectónicos. Todo esto en el contexto de la bonanza generada por la agroindustria henequenera y de la transformación urbana de la ciudad.
Las fotografías de esta sección muestran a la Mérida rural de aquel entonces; son imágenes que “hablan por sí solas”: numerosas casas de palma de guano y adobe, incluso una que se mantuvo provisionalmente dentro del terreno en construcción y que sirvió como estancia de los trabajadores; albarradas, veletas, calles empedradas y polvosas, y carretas jaladas por caballos contrastaban con el majestuoso edificio.
La autora nos dice que, si uno se aproximaba lo suficiente a la obra, podía escuchar a los trabajadores hablar en maya, en español yucateco, con acento cubano, o de otras regiones de México y del extranjero. También se podía distinguir los distintos tipos de vestimenta de los obreros y de los albañiles mayas ataviados con pantalón y camisa de manta de algodón, delantal de cotín amarrado en la cintura y alpargatas.
Los trabajadores locales -mayas en su gran mayoría- eran diestros en el manejo de la mampostería, un trabajo muy arduo ya que no existían las maquinarias de ahora. Pero también había otros operarios, artesanos y artistas, españoles e italianos (arquitectos, escultores, pintores y yeseros), expertos en el manejo del mármol, vidrio y metales, que habían llegado a Yucatán en la primera década del siglo XX, debido al gran apogeo de la industria henequenera.
La mansión, construida entre 1904 y 1911, fue designada por los periodistas de la época como el Palacio del General Cantón, posteriormente se le llamó, como hasta la fecha, “Palacio Cantón”, por tratarse de una soberbia mansión estilo francés. Fue la última morada del general Francisco Cantón Rosado, donde sólo vivió cuatro años. (Continúa)