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Al asumir la presidencia de Ucrania, el pasado mes de mayo, Vladímir Zelenski dijo en el tramo final de su largo discurso: “Mi elección demuestra que nuestros ciudadanos están cansados de los políticos experimentados y pomposos del sistema que durante los 28 años han creado un país de oportunidades: las oportunidades de sobornar, robar y aprovechar los recursos”, y sentenció: “Necesitamos personas en el poder que sirvan a la gente. Es por eso que realmente no quiero mis fotos en sus oficinas, ya que el presidente no es un ícono, un ídolo o un retrato. En su lugar, cuelgue las fotos de sus hijos y mírelas cada vez que tome una decisión”.

En México, Andrés Manuel López Obrador rompió con esa tradición de casi un siglo de colocar el retrato oficial de los presidentes en las oficinas gubernamentales, y, según dicen, se ahorró con ello dos millones de pesos, que es lo que se pagó con Enrique Peña Nieto por la sesión, impresión, montaje y reproducciones de la imagen, además del costo de reproducir 15 mil fotos en los Talleres Gráficos. Solo permitió que su imagen apareciera en los organigramas de la Sedena (y de Marina, se supone) arriba de los mandos, por su calidad de comandante supremo de las fuerzas armadas. Pero esto no debe verse como culto a la personalidad, sino es para que, como reza el reglamento castrense, el militar guarde el respeto y sujeción debidos “a quienes conozca o deba conocer”. Y la foto no tuvo costo, a decir del vocero presidencial, porque fue tomada por personal de Comunicación Social.

Por años se llegó a abusar de esta tradición o rito de colgar la imagen del presidente en turno en las oficinas y dependencias gubernamentales; en las estatales, acompañada de la del gobernador, y en los ayuntamientos, los tres gobernantes. Cada uno competía en procurar su mejor ángulo, la vestimenta, corte de pelo, bigote o barba, sonrisa, posición de las manos que, según dicen los que saben de esto, revelan signos de su personalidad o forma de gobernar.

Pero hay otras formas de culto a la personalidad que llaman la atención, por las implicaciones que pueden tener: en enero pasado se divulgó un video en el que se ve a una niña de primaria leer en el patio de su escuela el poema “Todo Peña fue un fracaso”, que incluye frases recurrentes y chuscas de AMLO, como mafia del poder, o “me canso ganso”, y celebra decisiones como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, el combate al huachicol y las medidas de austeridad, rima incluida.

El video fue duramente criticado en redes sociales. Los internautas lo calificaron como fanatismo y cuestionaron a la SEP por permitirlo. Que se sepa, el gobierno no dijo nada, quizás porque va en línea con la Cartilla Moral que se pretende distribuir entre los educandos, que también es cuestionable. Lo más reprobable es que se ponga a un niño (o niña) a recitar un poema que no entiende, y que los maestros permitan o promuevan actos como ése en las escuelas.

Anexo “1

La foto y algo más…

 Era también un rito sexenal: cambiar la foto del Presidente a espaldas del escritorio del comandante en los cuarteles y buques, así como en hospitales y todos los establecimientos militares y navales. Ni qué decir en las sedes de la Sedena y Semar, donde en cada oficina de director y jefe de área se mostraba la foto del Presidente y del Secretario en turno. Y en los organigramas se cambiaba eventualmente la imagen del nuevo comandante o director del establecimiento.

Pero había quienes abusaban, pues al cambio de foto sumaban el reacondicionamiento a su estilo y gusto sus comandancias u oficinas como áreas VIP que contrastaban con la precariedad del alojamiento de la tropa o de los oficiales, esto sin pasar por alto que son canonjías bien ganadas.

También había comandantes austeros que no hacían uso de vehículos oficiales (mucho antes de que fuera por ley) ni utilizaban recursos o personal para su servicio personal. Antes bien, procuraban el bienestar de su gente y mantener en óptimas condiciones sus unidades. Y aquí me viene a la memoria el contralmirante Víctor Pasquel Urieta, que al mando del Sector Naval de Puerto Cortés, BCS, (1997) tuvo siempre como prioridad al personal y sus familias. Y nunca vimos una foto suya en su comandancia, solo una pequeña en su escritorio, con su familia. Cuestión de estilos, formas y educación.

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